Siempre que hace un frío de la hostia, me acuerdo de una escena que viví hace muchos años. Yo era pequeño, mis padres me habían mandado de campamento (sí, sí) y un día, dentro de las infinitas actividades del campamento, nos fuimos de excursión.
La excursión duraba dos o tres días, por la montaña, y las montañas eran tan altas que aun siendo verano hacía mucho frío. A un cierto punto de la excursión hicimos un alto en el camino, que se dice, y nos sentamos todos en un prado.
Hacía un frío de la hostia.
El caso es que, como guía de aquella excursión, había un tío al que todos llamábamos Rambo. El personaje era un flipado de la montaña, tenía un montón de músculos y un machete que daba miedo atado al cinturón.
Mmmmmmmmmmmmmmmmm... Probaré de explicar la historia sólo con dibujos, porque no tengo ganas de escribir. Lo básico es esto, que estamos todos sentados en el prado con aquel frío de la hostia y con aquel Rambo delante.
Total, que cuando hace un frío de la hostia siempre me acuerdo de aquel psycho y de su puto frío psicológico.
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