lunes, 13 de diciembre de 2010

Un iphone y un trauma

La gente, cuando no sabe una cosa, se la inventa. Es normal. No soportamos la idea de no saber las cosas, y preferimos saber cosas increíbles antes que no saber nada.

El otro día por ejemplo me contaron la estructura social de los chinos que viven en grandes ciudades que no son grandes ciudades chinas, o sea en el extranjero. Yo no lo sabía, pero se ve que en cada ciudad hay un chino (uno) que es muy rico. Muy muy muy rico.



La cosa funciona así: todos los chinos que hay en la ciudad, con sus restaurantes, sus tiendas de todo a cien, sus tiendas de ropa, sus bares, ecétera, trabajan a muerte para este gran chino rico, que les explota y les hace blanquear su dinero de las cosas de la mafia y todo esto.

Yo ya sabía que los chinos trabajan muchísimas horas (todo el día, vamos) y que se pasan el DNI de padres a hijos, y que cuando se mueren se llevan sus cadáveres en barcos como si fuera de contrabando para que los entierren en su pueblo natal.



Es raro esto de pensar que hay alguien muy muy muy rico viviendo entre nosotros, sobre todo si es alguien que nunca ves. Lo raro debe ser esto, que no los ves. Piensas un poco fuerte y en seguida te das cuenta de que nunca has visto a un chino muy rico, porque todos los que ves son los de los restaurantes y los de las tiendas y tal.

Es como cuando te cuentan la típica historia del síndrome de Diógenes, aquello de que los bomberos se han encontrado a una abuela muerta con sus gatos comiéndose su cara, y que entre toneladas de mierda se encontraron montones de dinero metido en bolsas de basura.

Todos los ricos tendrían que ostentar mucho, así no habría confusiones. Se evitarían casos como el del señor Ikea, que dicen que va con agujeros en los pantalones y que no tiene móvil, o el del señor Apple, que siempre va vestido igual y parece un enfermo que no sabe divertirse.

Quizá es que no les gusta tener dinero. Lo tienen, pero no les gusta. Yo en parte lo comprendo. Todo depende de como lo ganas, seguramente... Porque claro, es lo que decía un amigo el otro día, es como si para tener un millón de euros te tuvieras que acostar con una vieja. Vale, quizá lo harías, pero luego te quedarías con un iphone y un trauma. ¿Vale la pena? Seguramente no.

1 comentario:

ciudadano del mundo dijo...

como no