jueves, 23 de diciembre de 2010

El hundimiento

Yo estaba en una época un poco extraña de mi vida. Una noche muy rara (que explicaré otro día) acabé con una chica en la cama. Bueno, acabar acabé solo en la cama porque cuando me desperté la chica ya se había ido.

Había dejado un papel en la mesita, con su número de teléfono.




Se lo expliqué a mi hermana y me preguntó si la iba a llamar.

Yo le dije que no, que había sido una cosa de una noche y que no me apetecía llamarla

(en esa época no me apetecía nada en general)

Mi hermana tuvo una de sus habituales sobreempatizaciones, se puso a suponer como estaría la pobre chica, que si estaría esperando, que si se lo contaría a sus amigas y luego quedaría fatal, etcétera.




La chica me contestó y me propuso que volviéramos a vernos. Yo le di algunas largas

(no por nada la chica era majísima, pero ay... las épocas)

pero al final

(después de muchos mensajes)

acabamos quedando un día.

Me dijo que conocía un bar en el que podías cenar “gratis” si pedías una botella de vino

(esto donde yo vivo es muy poco común)

Fuimos y estuvimos ahí hablando mucho rato. La verdad es que la chica era muy simpática y el tiempo se nos pasó en nada.




Al final resultó que la cena que te daban ahí era una mierda

un trozo de pan
que ya ha formado una familia en el lugar
pidiendo


así que nos metimos una botella de vino entre dos a dolor con el estómago vacío.

No habíamos tenido ni un gesto mínimamente cariñoso el uno con el otro. Quiero decir que todo marchaba muy bien en el plano de la cordialidad pero no había habido nada “sexual” ni nada de eso ese día. Nos habíamos acabado la botella y tampoco sabíamos qué paso dar

(y yo vivo bastante cómodo en la inacción)

Así que ella tuvo una idea. Y la propuso:



El problema de la segunda botella de vino es que llega después de haber ingerido la primera. Si hubiera sabido desde el principio que el plan era cero alimentos y dos botellas de vino habría pasado, pero una vez estás dentro todo parece tener sentido.

Nos bebimos la segunda botella. A media botella ella me explicó que le habían dejado la película El Hundimiento y que podíamos ir a verla a su casa, que estaba muy cerca del bar:



Yo ya estaba oficialmente borracho así que supuse que ella también y que me ofrecía un plan cualquiera para ir a su casa. Nos bebimos la botella y a mí ya me daba la risa floja por todo.




Así que salimos del bar y nos fuimos a su casa a ver El Hundimiento.

De su casa guardo muy pocos recuerdos. Recuerdo el tono amarillento del ascensor, pasar por el salón y ver el dvd de El Hundimiento encima de una mesa bastante baja (lo juro) y llegar a su cama. En su cama llegamos a sentarnos en el borde. Y entonces, sucedió








Mi reacción en ese momento no se podría definir exactamente como noble...




A la mañana siguiente salí de ahí con tanta hambre que me compré un paquete de seis donuts. Intenté comérmelos mientras volvía en bicicleta a casa y me caí.

Desde ese día, cuando me preguntan si he visto El Hundimiento digo “Ya lo creo” y me pongo a reír.






3 comentarios:

Anónimo dijo...

!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Ratzinger dijo...

HA HA HA

una risotada franca, innocente, de verdad

m'ha agradat

ciudadano del mundo dijo...

jajaja. Que bonito blog.