viernes, 19 de noviembre de 2010

El hombre de plástico

Hoy os hablaré de un fenómeno que llevo observando desde hace bastantes años, que es el de la plastificación de los amigos. Así de entrada puede parecer una cosa muy rara, pero seguro que todos y cada uno de vosotros ha experimentado un caso similar. Ya veréis.

La cosa empieza, como todo, un día cualquiera, de forma totalmente inesperada. Os encontráis a un amigo (por la calle, en un bar, o en cualquier otro sitio) y empezáis a hablar con él.

Le preguntáis qué hace, como le va, como está, todo esto que se dice. Lo veis un poco raro pero pensáis que quizá tiene un día malo o algo así. Os decís que a ver cuando os veis, que os tenéis que ver, porque hoy, realmente, no tenéis tiempo de ir a tomar algo, pero que os llamaréis y quedareis.

Obviamente no os llamáis ni nada, pero bueno.

El fenómeno de plastificación continua cuando os veis otro día también por casualidad (quizá teneis trabajos parecidos, o vais a la misma universidad, o sois más o menos vecinos).

Hoy lo veis un poco más animado que la otra vez, pero dentro de vuestra cabeza se os mete la idea de que algo no va bien. Habláis de cosas, os explicáis anécdotas, incluso vais a tomar un café. Pero dentro de vuestra cabeza se ha introducido la sospecha.

Ese tío no es el que era.

Con todo, os volvéis a decir que a ver cuando os veis con más tiempo, que estaría bien salir o algo, que os tenéis que llamar y todo eso.

La tercera vez que os encontráis el amigo parece incluso que esté contento de veros. Os saludáis, os decís cosas, os habla de su novia, de las excursiones que ha hecho y de las cosas que se quiere comprar. Desde fuera, alguien que os mirara vería a dos amigos que se saludan y que se dicen cosas, pero dentro de vuestra cabeza la sospecha ya no es una sospecha, sino una verdad.

Ese tío no es el que era.

¿Qué diferencia hay? No lo sabéis. Pero no es el que era. Es otro. Literalmente otro. Tiene la misma cara, la misma voz, se viste igual, pero no es el mismo que vosotros conocíais. El otro era más espontáneo, más directo, por decirlo así. En sus ojos no había esta distancia infinita de las webcams. Sus movimientos no parecían programados, ensayados, automatizados como los de ahora. El otro, el verdadero, no parecía estar hecho de... plástico.

¡Es de plástico!

Sentís un escalofrío mientras él sigue hablando, y hablando, y hablando.

Tenéis delante a un hombre de plástico.

El hombre de plástico sigue hablando, y hablando, y hablando, pero vosotros os queréis largar, no queréis estar hablando con un hombre de plástico.

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