domingo, 27 de febrero de 2011

La verdad en Viena (9)

Hoy me he despertado en Polonia.

No sé como he llegado aquí. Cuando he abierto los ojos, estaba en una cama muy desecha en una habitación con dos ventanas. Afuera, nevaba.

Me he levantado y he sacado la cabeza por la puerta, pero solo he visto un pasillo desierto con algunos cuadros en las paredes. La cabeza me dolía.

Me he puesto las manos en los ojos, me los he apretado, y ha sido entonces cuando he empezado a oír un ruido. Era un ruido como de mucha agua, como si un gran chorro de agua cayera dentro de más agua. Me he dirigido hacia él.

He abierto la puerta de donde me parecía que venía, pero cuando la he acabado de abrir ya había parado. Todo lo que he visto ha sido una cocina con una mesa en medio y un tío sentado detrás.




Le he dicho hola, pero no me ha contestado.

Le he vuelto a decir hola, pero tampoco.

Luego le he empezado a decir hola en todos los idiomas que conozco... Pero tampoco nada.

Cuando ya estaba a punto de irme, ha sacado una botella y dos vasitos.



¿Vodka? No, gracias.

Después lo he recordado todo.

Todo.

Todo empezó en una tienda de alcohol. El dueño, un hombre con la cara muy roja y de fuertes convicciones monárquicas, me iba ofreciendo distintas variedades de alcohol, pero no me las explicaba, simplemente iba tomando distintas botellas de las estanterías y me las iba dando. Yo no podía hacer otra cosa que cogerlas.

Mientras me hacía la cuenta, el dueño me contaba sus viajes a las islas Canarias, poniendo mucho énfasis en la posibilidad de los tsunamis.




Claro.

Luego fui a casa de unos amigos (he tenido tiempo de hacer amigos, aquí) y les entregué las botellas. Me acuerdo que luego fuimos a un restaurante italiano, después a tomar unas cervezas en un bar nostálgico del nazismo, después a tomar unos schnapps en un bar fashion y luego volvimos a la casa de los amigos y tomamos más schnapps y luego salimos otra vez y nos fuimos a un bar con mucha gente bailando sobre las mesas.

No sé por qué os lo explico todo con tantos detalles... Vayamos a lo básico. En ese bar con tanta gente había un hombre que destacaba sobre todos los demás. Según él, era de América del Sur, pero en realidad era peruano. El tipo ejercía una especie de control mental sobre toda la gente que se le acercaba, tenía unas técnicas muy perfeccionadas e iba hasta el culo de coca.



La fiesta iba evolucionando y cada cierto tiempo el peruano aparecía y desarrollaba sus trucos mentales. El problema vino cuando alguien (creo que fui yo) pudo sustraerse de su control y empezó a decir verdades.

La cosa se lió. Mucho.

De repente todo eran sillas volando de un lado para otro. Era un gran caos. Como todo el mundo estaba metido en la pelea, nadie separaba a nadie y la cosa se liaba más y más. Recuerdo perfectamente el momento en que un chico, lleno de ira, cogió una especie de mesita de plástico que había por ahí y empezó a moverla en movimentos circulares.





Ya se veía que habría algún accidente...






Lo hubo.

La mesita verde giratoria y la oreja del peruano: un destino.






Fue un corte muy fino, el fin del peruano.



Al final vino la policía y volvió a organizarlo todo. Nosotros salimos y dejamos pasar con toda naturalidad a tres judíos ortodoxos que de no ser por nuestra adaptación a la nueva sociedad nos hubieran atropellado sin escrúpulos.




Así que caminamos por la ciudad de noche. Hacía mucho frío, y alguien (creo que no fui yo) dijo de coger un taxi, y eso seguramente fue un error pues al cabo de un tiempo indeterminado nos encontramos atrapados por la nieve en medio de los Cárpatos.

Por suerte, cuando ya estábamos a punto de morir congelados, alguien picó con los dedos a la ventanilla y nos llevó a una casa donde había una mesa con velas y donde empezamos a beber vodka en una especie de loop infinito.

A partir de aquí el blackout es total. Tengo una especie de destellos de conciencia en los que me veo caminando por la calle y tomando té en una habitación con el suelo de madera y unos ojos azules clavados en mis ojos marrones.


Ahora en cambio...





No, de verdad que no quiero vodka.



Venga, va, sí.



Looooooooooooooooooooooooooop.

1 comentario:

admiradora secreta dijo...

que cosas te pasan chico jaja