miércoles, 23 de febrero de 2011

La verdad en Viena (7)

El domingo pasado fui a una fiesta de cumpleaños. Había la crème de la crème de Viena.





Fue muy interesante porque pude observar muchas cosas, especialmente a las mujeres, provenientes de todo el mundo aunque con una gran y bella presencia del llamado Este.

La anfitriona, sin ir más lejos, era húngara. Lleva en Viena muchos años, tantos que ya se puede decir que es vienesa.



Todo parecía muy normal, la gente iba hablando en grupos variables, iban sacando temas con gran naturalidad, pero a un cierto punto de la serata la chica empezó a apagar las luces, se fue a la cocina y salió con un pastel de cumpleaños.







¡Cantaba ella! Los otros nos la mirábamos estupefactos. Y se incendió, claro.






Se quemó con una sonrisa.



Hablando con los invitados aprendí muchas más cosas. Un coronel me explicó con gran elegancia que el sistema político de Austria se basa en la alternancia de dos partidos políticos, el radical y el ultra. Los dos son fieles defensores del principio constitucional número uno, que se condensa en tres palabras:


Alles ist verboten


En Austria la policía te puede detener en cualquier momento, pues todo, absolutamente todo, está prohibido. Así, la vida cotidiana se asemeja a un miraculoso estado de gracia. Los dos partidos se diferencian en el grado de rigor con el que aplican este principio.

Hacia el final de la fiesta me ataron a una silla y me emborracharon con licores. Estar en medio de una conversación de austríacos, en un salón vintage, sin entender casi nada de lo que dicen, es muy estimulante.

Cuando al fin conseguí escapar, casi soy atropellado por un judío ortodoxo. Hay muchos, en Viena.



Debajo de sus casas han puesto unas placas doradas para recordar a los que fueron eliminados durante el nazismo. Ahora pueden volver a vivir tranquilamente entre el resto de ciudadanos, claro, y muchos no se perciben, pero los ortodoxos hacen mucho para destacar. Están muy seguros de su religión y van vestidos de una manera bastante extravagante, como para hacerlo notar mucho.

Cuando andan también van muy seguros, siempre recto hacia adelante, y si te encuentras a uno de frente te tienes que apartar. Vistos de lado, parece que vayan con ruedas.




Hay una tensión rara en la ciudad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Die Dekadenz ist beendet. Langes Leben nach Barcelona!

Anónimo dijo...

siempre igual estos húngaros: celebrándose a sí mismos, jodidos por los austríacos y muriendo con la sonrisa puesta