viernes, 22 de abril de 2011

Ruido de besos

En la gran novela Las doce sillas, de los rusos Ilf & Petrov, hay una pequeña escena donde se describe como viven una serie de personajes de la época soviética. Resulta que en una antigua casa de Moscú hay un espacio dividido por tabiques de los que resultan una serie de cubículos de pocos metros cuadrados. Los tabiques, al ser muy finos, hacen que la intimidad sea imposible. Sus habitantes se enteran en todo momento de lo que hacen los otros e incluso mantienen conversaciones entre ellos.

El caso es que en uno de estos cubículos vive una pareja que goza del esplendor de su amor. Los amantes, a pesar de las llamaradas del deseo y la pasión, conservan un cierto sentido del pudor, de forma que, cuando empiezan una de sus sesiones de besuqueo, encienden un hornillo que tienen en la habitación.

Los vecinos ya lo saben: cuando se enciende el hornillo es que están besuqueándose. Y, de hecho, como el rumor del hornillo no es suficiente para esconder el sonido de sus besos, basta con que se oiga el hornillo encendido para que los oídos se agudicen aún más y empiecen a distinguir todo lo distinguible... Es decir, todo.


¡Ruido de besos! Normalmente nos molestan las cosas que deseamos. Me acuerdo de un tiempo que con mis amigos establecimos la costumbre de gritar

a toda la gente que nos encontrábamos besándose por la calle. Una especie de policía del decoro como la que existe en algunos países, policías que multan a la gente que se besa. Me suena algo de Irán, pero en Italia hace poco llamaron a los carabinieri para alertar de dos chicos que se estaban besando en la playa.

Es la gente que dice: ¡qué vergüenza!

Es muy típico.

Pero todos alguna vez hemos oído "ruido de besos". Estamos en un bar y desde la mesa de al lado o desde la de más allá, incluso desde la que está justo en la otra punta, nos llega un




que nos molesta.

Ahora se me ha ocurrido poner "ruido de besos" en el google y ha salido una frase que dice:


El ruido de un beso no es tan retumbante como el de un cañón, pero su eco dura mucho más.


Justo así, con esa misma tipografía. Dice que es de un tal Oliver Wendell Holmes que según la wikipedia (joder con esto de internet) era un médico-poeta que ganó fama con su poema Old Ironsides sobre la fragata decimonónica USS Constitution, cuyo destino era el desguace. El poema tuvo tanta fama que se decidió convertir a la fragata en un monumento en vez de desguazarla. Ale, mierda gratis.

1 comentario:

Todos nosotros dijo...

Mierda gratis y de calidad. Mierda gratis pero de calidad. Un saludo

http://in-advertido.blogspot.com/