viernes, 31 de diciembre de 2010

El fin de año

Un amigo me ha preguntado cinco veces qué haré por fin de año. No una, ni dos, ni tres, ni cuatro... Cinco veces: "¿Qué, ya sabes lo que harás por fin de año?" A la quinta ya lo sabía, pero he seguido diciéndole que no.

Hay muchas fiestas que dan mucha pereza, pero la de fin de año más. Todas tus neuronas te dicen, con sinceridad, mano en pecho: ¡vamos a pasarlo bien! Es una vez al año, claro, y de hecho nos encanta, claro, porque tiene esa magia y ese ritual de cosa nueva, crujiente, de primer beso, ese calendario nuevo que de tan nuevo parece que nunca nunca nunca se va a acabar.

De hecho una de las cosas que más pereza dan es tener siempre que hablar un poco mal del fin de año... Decir que no hay para tanto, que es como un fin de semana más... Para luego tener que correr a ponerte algo elegante, comer delicadezas, hacer lo posible para evitar quedarte solo y luego, con el grupo, no quedaros solos en medio de la ciudad.

No sé. Me parece tan evidente que el fin de año es una mierda y confío tanto en que estaréis todos de acuerdo que dejaré de hablar, porque además de repente esto me ha empezado a parecer un monólogo de aquellos lamentables, aquellos de "tengo un amigo" o de "mi madre me ha dicho". Será mejor que pasemos al dibujo, que es mucho más agradecido.



¡Feliz año nuevo!

lunes, 27 de diciembre de 2010

Cosa dice cosa

Normalmente decimos:


Cuando en realidad tendríamos que decir:



¿Que por qué? Pues porque somos débiles, supongo. No sé exactamente porqué, pero pensad una cosa: ¿desde cuando decís cosas? Hagamos un experimento, ya veréis... Es un segundo... Pensad cualquier cosa.

Pensad, pensad cualquier cosa.

Vale.

Ahora decid el nombre de la cosa en voz muy alta.

Ok.

¿Quién ha dicho a quién?

En serio.

La cosa, ¿no?

¿Quién estaba antes?

La cosa, claro.

Me di cuenta de esto un día en la universidad. No sé porqué estaba yo un día escuchando una especie de conferencia que daba un escritor totalmente desconocido... Supongo que la gracia era que era totalmente desconocido, no sé, pero el caso es que ahí estaba yo, sentado, con aquel escritor allí delante.



El tío iba hablando, y hablando, y hablando... Explicaba las novelas que había escrito, los temas, las historias, los personajes y todo esto. Si no recuerdo mal hacía gestos bastante contundentes.




La cosa era bastante aburrida, pero a un cierto punto empezó a hablar de la última novela que había escrito (la que había escrito después de haber escrito todas las que había escrito antes de esta última).



Y aquí es cuando dijo la cosa importante. Dijo: "A mi antes me dominaban las palabras, pero ahora soy yo el que las domino a ellas".




Vaya frase... Es de estas que recuerdas durante años... Ya veréis, volvedla a leer: "A mi antes me dominaban las palabras, pero ahora soy yo el que las domino a ellas".



El tío adornó la frase con una metáfora, incluso, aunque no hacía falta. Dijo que era como un caballo, que antes estaba como loco intentando dominarlo, y que ahora en cambio lo tenía bien pillado por las riendas y lo llevaba donde él quería. Sí, la verdad es que sigo pensando que la metáfora no hacía falta, pero bueno, quizá tampoco está tan mal... El problema es que a mi los caballos no me dicen nada.



El tema es que claro, después de esto te imaginas al tío como a un dios, pensando una cosa y después escribiéndola, sin dejarse dominar, poniendo una palabra detrás de otra en el orden que quiere, ni más ni menos, tú aquí y tú aquí, justo como él quiere, aquí un hola, aquí un adiós.

Recuerdo que al principio me impresionó bastante, pero después me fijé en que me había estado fijando en que mientras hablaba no había parado de tocar y de volver a tocar un paquete de tabaco que tenía allí encima de la mesa, y que lo iba acariciando, y abriendo, y cerrando...

El tío tenía un mono increíble de tabaco y mientras decía aquellas frases de la hostia y aquellas metáforas prescindibles... ¡En su cabeza sólo había el mono de acabar de una vez aquella conferencia de mierda y salir a fumarse su cigarrillo!

¡O sea que ni dominar ni nada! El tío primero pensaba y luego escribía, vale, pero que lo que pensaba no lo escogía él, ni mucho menos. Las cosas le pensaban a él (como había estado haciendo el cigarrillo todo el rato con él) y después se escribían solas, a través de él.

Eres un fake, tío... Anda, sal a fumarte un piti, sal.



...

Ahora pienso que para explicar lo que decía al principio no hacía falta toda la historia del escritor y sus pitillos, pero es que os confesaré que cuando lo he dibujando le he cogido un montón de cariño y luego lo he tenido que poner... Me ha dominado... Igual que ahora me domina el deseo irresistible de enseñaros el primer gif que he hecho en mi vida.


how to make a gif

Mola, ¿eh?

Incluso he hecho una variación en la que el escritor, dominado por el pánico y la angustia de estar atrapado dentro de un gif, se intenta suicidar, por lo que su pánico (siempre sutil, disimulado, propio de un dios, casi imperceptible) aumenta y no para de crecer ya que se da cuenta de que al estar atrapado dentro de un gif infinito no se puede suicidar, sino todo lo contrario.


how to make a gif


El universo es un gran gif.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Recuerdo que recuerdo

Al final este blog parecerá lo que no es, espero que no. Pero es que hay una cosa muy importante que descubrí el otro día y que como os quiero un montón no me la quiero guardar sólo para mí.

Fue durante un paseo... De noche...



-Ay, te quería decir algo...
-¿Qué?
-No me acuerdo.
-¿Cómo que no te acuerdas? Pero si me lo acabas de decir...

jueves, 23 de diciembre de 2010

El hundimiento

Yo estaba en una época un poco extraña de mi vida. Una noche muy rara (que explicaré otro día) acabé con una chica en la cama. Bueno, acabar acabé solo en la cama porque cuando me desperté la chica ya se había ido.

Había dejado un papel en la mesita, con su número de teléfono.




Se lo expliqué a mi hermana y me preguntó si la iba a llamar.

Yo le dije que no, que había sido una cosa de una noche y que no me apetecía llamarla

(en esa época no me apetecía nada en general)

Mi hermana tuvo una de sus habituales sobreempatizaciones, se puso a suponer como estaría la pobre chica, que si estaría esperando, que si se lo contaría a sus amigas y luego quedaría fatal, etcétera.




La chica me contestó y me propuso que volviéramos a vernos. Yo le di algunas largas

(no por nada la chica era majísima, pero ay... las épocas)

pero al final

(después de muchos mensajes)

acabamos quedando un día.

Me dijo que conocía un bar en el que podías cenar “gratis” si pedías una botella de vino

(esto donde yo vivo es muy poco común)

Fuimos y estuvimos ahí hablando mucho rato. La verdad es que la chica era muy simpática y el tiempo se nos pasó en nada.




Al final resultó que la cena que te daban ahí era una mierda

un trozo de pan
que ya ha formado una familia en el lugar
pidiendo


así que nos metimos una botella de vino entre dos a dolor con el estómago vacío.

No habíamos tenido ni un gesto mínimamente cariñoso el uno con el otro. Quiero decir que todo marchaba muy bien en el plano de la cordialidad pero no había habido nada “sexual” ni nada de eso ese día. Nos habíamos acabado la botella y tampoco sabíamos qué paso dar

(y yo vivo bastante cómodo en la inacción)

Así que ella tuvo una idea. Y la propuso:



El problema de la segunda botella de vino es que llega después de haber ingerido la primera. Si hubiera sabido desde el principio que el plan era cero alimentos y dos botellas de vino habría pasado, pero una vez estás dentro todo parece tener sentido.

Nos bebimos la segunda botella. A media botella ella me explicó que le habían dejado la película El Hundimiento y que podíamos ir a verla a su casa, que estaba muy cerca del bar:



Yo ya estaba oficialmente borracho así que supuse que ella también y que me ofrecía un plan cualquiera para ir a su casa. Nos bebimos la botella y a mí ya me daba la risa floja por todo.




Así que salimos del bar y nos fuimos a su casa a ver El Hundimiento.

De su casa guardo muy pocos recuerdos. Recuerdo el tono amarillento del ascensor, pasar por el salón y ver el dvd de El Hundimiento encima de una mesa bastante baja (lo juro) y llegar a su cama. En su cama llegamos a sentarnos en el borde. Y entonces, sucedió








Mi reacción en ese momento no se podría definir exactamente como noble...




A la mañana siguiente salí de ahí con tanta hambre que me compré un paquete de seis donuts. Intenté comérmelos mientras volvía en bicicleta a casa y me caí.

Desde ese día, cuando me preguntan si he visto El Hundimiento digo “Ya lo creo” y me pongo a reír.






miércoles, 22 de diciembre de 2010

Whirlpool, Nintendo, Panasonic

Sí, Sí, Sí.



Es el mismo tío.



Me lo he encontrado muchas veces en el tren.



Como quien lee novelas, él lee manuales de instrucciones.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Ciudadanos del mundo

Hacía tiempo que estaba logrando separar mi vida y mis conversaciones de la gente que no me cae bien. Higiene mental. Últimamente intento ir a sitios y llamar solo a los amigos y ver solo a la gente que sé que no me molestarán con ciertas cosas, con ciertas ideas, con ciertos discursos... Pero el otro día caí.

Estaba tomando algo con una amiga en el bar Nus (¡ultralocalismo, ultralocalismo!) que como sabrá la gente que haya estado (un porcentaje casi infinitamente ínfimo de la población mundial) hay una parte de abajo y una parte de arriba (también hay una especie de parte de más abajo, pero no cuenta).

El caso es que nosotros estábamos en la parte de arriba, y que fue desde ahí desde donde vi a un personaje sentado en la barra que me llamó la atención. El tío se había pedido un cacaolat y estaba leyendo un libro muy grueso, llevaba unas gafas muy grandes y aguantaba cigarrillos marlboro con la mano derecha.



Nosotros seguimos con nuestras conversaciones y tal, pero cuando ya nos íbamos y fuimos a la barra para pagar no pude resistirme a preguntar al individuo qué es lo que estaba leyendo. Dio la vuelta al libro (en aquel momento no leía, porque solo pensaba mientras aguantaba el cigarrillo) y vi que estaba escrito en una especie de alemán.



El tipo precisó que el libro era en holandés y que él era de Bégica, así que mientras esperábamos que el camarero nos devolviera el cambio empezamos a hablar de esas cosas que se hablan en esos casos.


¿Se entienden las palabras?

Le hice algunas preguntas de lo que hacía en Barcelona, y entendí que estaba trabajando en una multinacional de estas que se ponen en Barcelona para que todos los flipados que les encanta "la vida de Barcelona" trabajen cobrando mucho menos de lo que cobrarían en Alemania o Inglaterra.

Después me dijo que se quería ir a Australia, y yo le animé a ello. Me dijo, pero, que lo que no le gustaba nada eran las complicaciones para hacerse con el visado y todo eso, las dificultades que ponen los estados para moverse e irse a vivir de un sitio a otro.

Yo me lo miraba y decía: Claro, claro.

Y es que los aviones tendrían que ser gratis, no?

Claro, claro.

Vaya escoria.

Oye, y tu crees en el derecho a la felicidad, ¿no?



Iros a tomar por el culo, hombre.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Un iphone y un trauma

La gente, cuando no sabe una cosa, se la inventa. Es normal. No soportamos la idea de no saber las cosas, y preferimos saber cosas increíbles antes que no saber nada.

El otro día por ejemplo me contaron la estructura social de los chinos que viven en grandes ciudades que no son grandes ciudades chinas, o sea en el extranjero. Yo no lo sabía, pero se ve que en cada ciudad hay un chino (uno) que es muy rico. Muy muy muy rico.



La cosa funciona así: todos los chinos que hay en la ciudad, con sus restaurantes, sus tiendas de todo a cien, sus tiendas de ropa, sus bares, ecétera, trabajan a muerte para este gran chino rico, que les explota y les hace blanquear su dinero de las cosas de la mafia y todo esto.

Yo ya sabía que los chinos trabajan muchísimas horas (todo el día, vamos) y que se pasan el DNI de padres a hijos, y que cuando se mueren se llevan sus cadáveres en barcos como si fuera de contrabando para que los entierren en su pueblo natal.



Es raro esto de pensar que hay alguien muy muy muy rico viviendo entre nosotros, sobre todo si es alguien que nunca ves. Lo raro debe ser esto, que no los ves. Piensas un poco fuerte y en seguida te das cuenta de que nunca has visto a un chino muy rico, porque todos los que ves son los de los restaurantes y los de las tiendas y tal.

Es como cuando te cuentan la típica historia del síndrome de Diógenes, aquello de que los bomberos se han encontrado a una abuela muerta con sus gatos comiéndose su cara, y que entre toneladas de mierda se encontraron montones de dinero metido en bolsas de basura.

Todos los ricos tendrían que ostentar mucho, así no habría confusiones. Se evitarían casos como el del señor Ikea, que dicen que va con agujeros en los pantalones y que no tiene móvil, o el del señor Apple, que siempre va vestido igual y parece un enfermo que no sabe divertirse.

Quizá es que no les gusta tener dinero. Lo tienen, pero no les gusta. Yo en parte lo comprendo. Todo depende de como lo ganas, seguramente... Porque claro, es lo que decía un amigo el otro día, es como si para tener un millón de euros te tuvieras que acostar con una vieja. Vale, quizá lo harías, pero luego te quedarías con un iphone y un trauma. ¿Vale la pena? Seguramente no.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Enviar emails al futuro

Todo ha empezado como una broma y he acabado asustándome. Me han llamado los señores del ADSL para recordarme algo. El caso es que tengo una promoción de descuento durante los próximos doce meses que se podrá prorrogar... si llamo dentro de un año. Debe ser uno de esos rollos de vacío legal: ellos pueden cortar la promoción pero están obligados a mantener el precio al que te diste de alta sólo si tú se lo pides expresamente.

Así que tengo que acordarme, dentro de un año, de llamar a los señores de internet



para que no me timen con el precio.

Tengo una agendita minúscula (monísima) en la que apunto las cosas, pero cubre hasta agosto o septiembre, en plan “años laborales” (no creo que se llamen así).

He recordado una web que utilizaba cuando trabajaba de “freelance”. Mis horarios eran bastante nocturnos (como de una a siete de la mañana) así que enviaba los emails serios de trabajo desde una aplicación que enviaba los correos a la hora que programaras. Yo los enviaba a las cuatro de la mañana por ejemplo y los destinatarios los recibían a las nueve y dos minutos (jugaba con ese tipo de horas, como si fuera un campeón que llega a la oficina y a los dos minutos ya está produciendo a saco). He recordado que se pueden programar emails con fecha ilimitada así que he decidido enviarme un email a mí mismo para recibirlo dentro de un año.

(ahora vamos a fingir que me llamo K. porque mi nombre no viene al caso ahora, porque estoy explicando otra cosa).

He empezado el email haciéndome el simpático

Hola K. del futuro. ¿Cómo estás? Yo bien, aunque supongo que tú sabrás mejor si estoy bien o no. Estas cosas se ven mejor desde la distancia. No sé si estarás haciendo algunas de las cosas que me prometí que harías...




Total, que me he olvidado del ADSL y de su puta madre y me he pegado un rollo a mí mismo (bueno, a mi yo del futuro), psicoanalizándome, autocastigándome, retroprometiéndome y todas las palabras compuestas que se me ocurran. Me ha dado miedo que K. del futuro se sintiera frustrado al ver que habían pasado 12 meses y no había hecho nada de lo que a K. del pasado (que soy yo, soy yo de ahora) le habría hecho ilusión que hiciera.

He intentado hacer un ejercicio similar a la inversa (¿qué me habría prometido hace un año y qué he cumplido?) y el resultado ha sido un poco desastroso.

Recuerdo que hace doce meses estaba muy interesado en el tema de los sueños lúcidos y andaba informándome al respecto. Según parece, no es una cosa tan difícil. Empecé a investigarlo porque quería escribir un relato en el que aparecía algo de eso.





Hay una serie de gente en internet (y en el mundo en general) que se dedica de una manera bastante seria a esto, al control de los sueños. El funcionamiento es aparentemente sencillo. Para poder adquirir consciencia en un sueño, tienes que preguntarte constamente si estás o no soñando hasta que la pregunta se convierte en un acto inconsciente y rutinario. Llegado el momento, te lo preguntarás también dentro de un sueño. Incluso hay una serie de pruebas a realizar:




En teoría, saber si estás soñando o no es la parte más difícil. Lo que no dicen los señores de los sueños lúcidos es que preguntándote constantemente si estás despierto y haciendo este tipo de pruebas entras en un período de paranoia absoluta y sacrificas buena parte de tu salud mental. Incluso hay un tipo que ha hecho una aplicación que convierte tu ordenador en una bomba de luz.




La pregunta es ¿merece la pena?

Bueno, según se mire. Alguna gente dice que ha conseguido un control prácticamente total de sus sueños.