6 cosas que no sabías de este texto. ¡La 4 me dejó sin palabras!
1. No vas a leerte este texto entero porque es muy largo y, al fin y al cabo, sólo trata del mayor timo de la historia de la timocracia española y no de Juego de Tronos.
2. Este texto lo ha escrito Raúl Muniente, un tío un poco raro.
3. Este texto ha sido rechazado por los principales medios afines al engranaje (los afines oficialmente y los taimados que flirtean con el antisistemismo mediático mientras engrasan el engranaje).
4. Hace poco se me rompió el teclado del ordenador.
5. Cualquier discurso alejado del discurso oficial del sistema será tachado de conspiranoico y enviado a los ceniceros culturales de Cuarto Milenio o, peor todavía, a Mierda Gratis. La historia de cómo se amañaron las elecciones españolas la sabrán nuestros hijos o nuestros nietos, si no se han quedado gilipollas con Tuit (la red social que saldrá después de que se hunda Twitter, que sólo permitirá mensajes de 12 caracteres).
6. Estos seis puntos no sirven de nada porque este texto no va de polillas o de POKEMON GO o de cualquier otra mierda que te derrite el cerebro. Sólo va de tu presente y de tu futuro. Y de cómo se ríe en tu cara hasta el apuntador (te he vacilado hasta yo, y sigues leyendo). Comenzamos.
Raúl Muniente llevaba días escribiendo un texto sobre las elecciones...
Y una vez terminado todo el mundo se negaba a publicarlo.
Pues ya está, ahí va el texto que seguramente hará que Fernández Díaz
nos entre por la ventana uno de estos calurosos días de verano:
1. Mi vivencia
Iósif Stalin
Sólo es necesaria la ilusión de una elección por parte del pueblo: los que emiten
los votos no deciden nada, los que cuentan los votos lo deciden todo.
Iósif Stalin
Crecí siguiendo a mi padre como interventor del PSOE en múltiples
escrutinios del Bajo Aragón. Eran los edulcorados 80. Pegábamos carteles,
regalábamos caramelos a los niños y Felipe González nos ponía la piel de
gallina en sus mítines en las plazas de toros mientras conducía el
desarrollismo extractivo de la época como un capo siciliano. Eran jornadas
apasionantes. Tanto los militantes más activos del PSOE como del PAR tramábamos
todo tipo de tretas para intentar que los abuelos de tu partido votaran, y, lo
que era más divertido, para intentar despistar a los ancianos del partido
contrario y que se les pasara la hora. En el recuento, sobre las nueve de la
noche, mientras nos peleábamos con determinación y picardía por si un voto era
nulo o no, justo al terminar venía como un rayo el apoderado de IU, apuntaba en
su papel los resultados que había sacado su partido, cogía el coche y se iba a
otro pueblo donde también hacía las veces de apoderado. Todos tomábamos a
Marcelino Barriendos Rabinad como si estuviera loco, encajando con la imagen
que de Anguita daba en los guiñoles el Canal+. Él no se metía en esas riñas, se
limitaba a recopilar los datos de cada mesa electoral.
El domingo del 26 de junio del 2016, cuando la cascada del escrutinio
televisado concluía, me caí del caballo o, para decirlo más contemporáneamente,
la taza de café me estalló en mil pedazos en el suelo. Dos días después vino mi
padre a Barcelona. Me miró y me preguntó, con algo de sorna: “¿Cómo has visto
las elecciones?” Tuvimos una especie de topetazo místico. No hacía falta que
nadie dijera pucherazo. 48 horas antes, ambos habíamos dejado de creer en el
sistema. Él 28 años más tarde que yo, pero el mismo día y a la misma hora.
Tras años y años y elecciones y elecciones siguiendo el escrutinio, todavía
nos quedaban pocas reglas inmutables, euclidianas. Una de ellas, que se
mantenía desde el 78 como si fuera la Puerta de Alcalá, era que primero se escrutaban
los pueblos pequeños y, por último, llegaban los resultados de las mesas con más
electores, que coincidían con núcleos de mayor población y mayor voto por
correo. Pues bien, los primeros, votantes más ancianos, siempre coincidían con
el voto tradicionalmente más miedoso. En los primeros años de la anteriormente
conocida como democracia siempre empezaba arrasando Alianza Popular y era a
partir del 60% cuando el PSOE empezaba a pegar un repunte, con un colofón
salvaje en el último 10% del escrutinio, en el cual siempre arrebataban un
ramillete poderoso de escaños a los chicos de Manuel Fraga. Con el tiempo, pese
a que el votante del PSOE envejeció, todavía ocurría esto mismo y se pudo
comprobar el mismo fenómeno con la aparición hace unos años del fugaz partido
UPyD.
Así pues, Podemos-IU, un calco no político pero sí sociológico del PSOE
ochentero, se clavó con los 71 diputados en el 55% y ahí se quedó tieso hasta
el final, para pasmo de miles y miles de españoles curtidos en escrutinios que
seguían la retransmisión por televisión. No me quiero imaginar cómo habría
puesto el grito en el cielo el Nanni Moretti de Aprile. Para mí fue frustrante, porque yo estaba acostumbrado a
tranquilizar a la juventud que me rodeaba avisándoles, cual abuelo cebolleta
experimentado en mil batallas, que en la recta final los resultados siempre se
volteaban. Lógicamente, quedé como un listillo. Irónicamente (o no), el otro
partido de voto joven, Ciudadanos, con menos de la mitad de votos y escaños que
Podemos, pasó de 28 hasta 32 en el rush
final del último 15%.
2. El sistema
Vivimos, lamento decirlo, bajo la dictadura de la burguesía.
Lenin
El daño estaba hecho, esa chapuza televisada me había despertado de la ilusión electoral. No he parado desde ese domingo hasta el día de hoy de investigar, primero el caso concreto de estas elecciones, para terminar acabando en la historia universal tecnológica del sistema de voto. Mis hallazgos han sido inquietantes y variopintos. Para empezar, concentrémonos en cómo operó el sistema el 26-J, es decir, cómo operó en los últimos 38 años.
La ley es muy sencilla. El sistema está preparado para el pucherazo y para
que, además, dicho pucherazo resulte indemostrable. Se colocan 57.526 mesas
electorales en España. Los partidos políticos pueden vigilar cada una de esas
mesas con interventores o apoderados; sin embargo, el recuento corre por cuenta
exclusiva de la autoridad judicial, a través de las juntas electorales de zona,
provinciales y la Junta Electoral Central.
La misión de vigilancia de los partidos políticos queda circunscrita a
pelear por conseguir el máximo número de apoderados en cada una de las mesas
electorales porque, por ley, la suma de los resultados de las 57.526 mesas se
hace en hora y media en despachos cerrados de las autoridades judiciales, en la
intimidad gubernamental y de espaldas a los partidos políticos participantes.
Aquí entra en liza uno de los grandes mitos de la ideología liberal. Mucha
gente cree literalmente en la separación de poderes, separación cuyo inventor,
Montesquieu, ya establecía que existía como mero "método
organizativo" puesto que, sin lugar a dudas, el poder siempre reside,
aunque sea escalonadamente, en el Ejecutivo.
Consiguientemente, si alguien investiga la composición de los cuatro
gatos que componen la Junta Electoral Central, el grupo final que decide el
recuento total (los demás sólo tienen resultados aislados y de parte), verá que
se trata de gente de la judicatura extremadamente afín a Interior, en este caso
a Fernández Díaz. En el acta
de cada una de las 57.526 mesas electorales, si el apoderado o interventor de
cada partido quiere estar en el recuento debe firmar en dicha acta. De esta
manera, el Gobierno tiene en sus manos la información de qué apoderados de qué
partidos había en cada una de las 57.526 mesas.
No sé si se ha reparado en una figura jurídica muy curiosa, la Junta
Electoral de Zona, que es un organismo que no coincide con la circunscripción
provincial ni nada similar, sino con comarcas creadas para la ocasión. Es decir,
es una institución, aparentemente creada con la intención de fomentar la
confusión entre la población y las gentes de la judicatura de menor rango.
Así pues, el día de la
votación el Gobierno manda destruir las papeletas. Después hace la suma en
privado en aproximadamente una hora y media y posteriormente, con toda la calma
del mundo durante días y días, en el hipotético caso de que a algún intrépido
partido, asociación o suicida se le ocurriera denunciar, poco le costaría
rehacer la cuenta, en base a dirigir su manipulación hacia las mesas que
escapaban al control del partido perjudicado.
3. ¿Cómo se crea la ilusión de elección?
Los demócratas
están atascados hasta tal punto en las ideas pequeñoburguesas
del voto, han
perdido tanto de vista la existencia de las clases sociales, que
ni imaginarse
pueden otro régimen que no sea el de los pequeños burgueses.
Así que, si
queremos edificar un nuevo orden socialista, es imprescindible explicarle,
incluso al ciudadano más encantado de conocerse, las cosas más
elementales.
Lenin, de nuevo
Es sencillo, la clave de la ideología liberal es hacer creer al ciudadano
que es el centro del mundo, cuando en realidad no es sino una mota de polvo
prescindible y miserable. Así obran los gobiernos liberales con sus súbditos, o
como se les llama ahora, ciudadanos. La solución pasa por invertir el enfoque: en lugar de focalizar tu experiencia sensorial frente a la mesa
electoral, poner la lupa en cómo se hace el recuento. Es así como realmente funcionan las cosas, no como suma de partes,
sino como un todo que las precede.
Antes lo comentaba en mi caso biográfico. En la única mesa electoral de
Chiprana, andábamos entretenidos en asuntos sensacionales y llamativos: la
gente que conocemos, la que queda por conocer, etc. Absolutamente despistados
en torno a las cuestiones fundamentales relativas a la organización y, por qué
no decirlo, las matemáticas del recuento. Uno tiene controlada su mesa y se
cree que tiene controladas las 57.526, dando por supuesta la existencia de un
sistema mágico o divino de organización y comunicación de los votos tutelado por unos ángeles de la guardia. Porque sí, uno se educa en
la creencia subconsciente de que el Estado es Dios.
Es en esa bonita fe ciega en la cual se esconde el secreto del Gobierno. El
quid de la cuestión no radica en que cada uno de los miles de apoderados, cada
uno por su cuenta y riesgo, sea perroflauta,
falangista o futbolista de segunda división, sepa y recuerde durante unas
horas el resultado de su partido en su mesa, sino en: ¿Quién es el que está
haciendo la suma y cómo la está haciendo?
En este
caso, el quién es el Gobierno (que,
por cierto, se presenta a las elecciones) y el cómo la hace, a escondidas.
Nadie puede impugnar las elecciones, porque:
a) Como no se ve el recuento, no hay pruebas.
b) En nuestro sistema jurídico, sin pruebas no hay caso.
Por muchísimas evidencias racionales que empujen al absurdo cualquier
alternativa al pucherazo, si no puedes probarlo debes seguir adelante con tu
vida, como los policías de la aguda película Zodiac: a lo largo de los años, durante generaciones de agentes,
encontraban con facilidad quién era el asesino del zodíaco, pero como no podían
reunir pruebas no les quedaba otra que, tras muchos trastornos, permitir
que siguiera asesinando.
Está en las
manos del lector, cómo no, confiar ciegamente en el Ministerio de Interior,
como yo hice durante toda mi juventud, o en caso contrario, pasarse al lado oscuro y
pensar que, si pueden realizar un pucherazo seguro que lo realizan, sobre todo
si tienen motivos para ello.
4. Los seis meses de campaña y el
26-J. Una pizca de sociología
Si en una
campaña electoral no consigues que
haya debate, el voto no va a cambiar.
Nicolas Sarkozy
En los seis meses que pasaron desde el 26 de diciembre, ni Pablo Iglesias
ha sido denunciado por agresión sexual, ni Monedero ha vuelto a repetir aquello
de confiscar la tercera vivienda vacía para destinarla a gente sin hogar, ni
nada similar que pueda haber cambiado la orientación del voto podemita a nivel interior. Estuvo lo del
Brexit, pero sería la primera vez que
los españoles cambian su voto por algo que ha ocurrido fuera de su propio
país. No ha existido ningún debate nuevo.
Lo primero que observamos en la campaña electoral no fue sino un tenaz y
sordo acoso periodístico con el fin de desprestigiar el pacto Podemos-IU. Por qué
no negarlo, en los albores del pacto existían voces discordantes en IU.
Sin embargo, contaban con una baza aritmética inmejorable para reunir las
posturas: la ley electoral. El millón de españoles que habían votado a
Izquierda Unida era justo el que precipitaba, por la naturaleza de la ley d'Hont, un chorro de diputados a ambas
formaciones en caso de presentarse juntas. Así que todos contentos, Podemos le
facilitaba una proyección de 7 diputados a IU (había sacado 2 en diciembre) e
incluso así, aún tenían de sobras.
Desde ese día he podido comprobar, ya que conozco a bastantes militantes
del PCE y de IU, la fidelidad y militancia de sus votantes, sin par en el resto
de los partidos políticos españoles. Han pasado de hacer una campaña invernal
de ferocidad antipodemita, a votar
religiosamente por la confluencia, sin ninguna excepción. Sí permitiéndose el
lujo de desafiar en Facebook algunos ramalazos podemitas, pero siempre desde dentro de la confluencia, sin
exabruptos por sus discrepancias con el ala podemita
derechista.
Por la parte de Podemos, tampoco he detectado que Cenicienta Garzón haya
despertado ningún atávico miedo al comunismo entre los podemitas más miedosos (que son pocos). En Barcelona por ejemplo,
donde resido, y donde se han contado creo que 100.000 votos menos de En
Comú/Podem, los mítines se han llenado hasta la bandera. Hasta he podido
comprobar en mis carnes (hablo con mucha gente, no es por presumir) cómo
muchísimos votantes de la CUP, que no se presentaba, han votado masivamente a la confluencia Podemos-IU en un voto antiPSOE/antiPP.
Los sondeos fueron harina de otro costal. Por vez primera, todos
coincidieron. Clavaron los resultados de todos los partidos, excepto los de
Podemos, pues en ningún sondeo se observaba semejante debacle, a tenor de las
confesiones de los encuestados. Uno puede pensar, en contra de la corriente
mediática que señala que las empresas de sondeos están trucadas, que quizás no
sean precisamente las empresas encuestadoras las que trucan los resultados...
Pero saltemos a los resultados. Observamos que el Partido Popular sube
medio millón de votos, los mismos que baja Ciutadans. El PP se gastó 290.000
euros en Facebook (yo con 45 monto una fiesta de 300 personas) para concentrar
publicidad de microtargeting en las
13 provincias que se jugaban escaños con Ciutadans, dirigido únicamente al público
segmentado que simpatiza con cosas de Ciutadans. Por ahí la cosa suena a habas
contadas, habida cuenta de que la fusión de Ciutadans con el PSOE en la campaña
de estas segundas elecciones quizás pudo molestar a ese 14% de
votantes que se le esfumaron.
Es ahora donde empiezan los verdaderos quebraderos de cabeza con el
análisis, que muchos hemos encontrado como prácticamente irresolubles, mientras
que los medios de comunicación han solventado de forma unánime y de manera
ligerísima. Si el PSOE, con un Pedro Sánchez en caída libre de valoración entre
los españoles, pierde 200.000 votos, lo más lógico es que, al igual que el
votante de Ciutadans más miedoso, vayan al PP, mientras el votante del PSOE más
valiente (estamos hablando de un 4% únicamente en este caso) se
hubiera marchado a Podemos.
El resultado, escandaloso, es que Unidos Podemos pierde 1.100.000 votos, la
friolera de casi un 20% menos de lo que sacaron por separado seis
meses antes. Una debacle que ni tan siquiera tuvo Zapatero tras comerse con
patatas toda la crisis no en seis meses, sino en ocho años que estuvo en el
Gobierno. En este punto, los mass media,
con su ya característico sesgo más visto que el tebeo, ha insistido en esa
leyenda que circula de que la abstención es una cosa de izquierdas, etc. Sin
embargo, uno que sólo tiene 34 años, pero ya muchos tiros pegados, recuerda cómo una
vez leyó un estudio no sé dónde donde decía que se trataba de una trola. Siempre que hubo
abstención en España, había afectado de manera muy proporcional a casi todos
los partidos, que la abstención es algo más bien de tipo existencial y que las
ganas de quedarse en la playa y no ir a votar no era algo que se circunscribiese a los partidos presuntamente socialistas y juveniles, sino también, aunque no
lo parezca, al cínico padre de familia pepero
vallisoletano. No obstante, si alguien pudiera echarme un cable con datos y
estadísticas en este punto, lo agradecería encarecidamente.
5. Mi tesis
El escaño se nos
ha ido al carallo por Hugo Chávez, que ha secuestrado el voto por
correo
venezolano, que era muy del PP porque los españoles en Venezuela estaban
descontentos con la incapacidad del PSOE para oponerse a Chávez.
Mariano Rajoy según cables de Wikileaks, cuando estuvo a
punto de caer en
desgracia en el congreso ultramontano del PP
en el 2004, tras perder la Xunta
de Galicia por un escaño
a manos de Touriño (PSG) y Anxo Quintana (BNG)
Mi tesis es sencilla y es la siguiente:
El Gobierno mandó a la abstención un voto de cada cuatro de los votos de Unidos Podemos desde la suma global en la noche del domingo. Nada más y nada menos que
un 25%. Me baso principalmente en tres cuestiones:
a) Los resultados del voto emigrante.
Recordemos que de los dos millones con derecho a voto en el extranjero (las
dificultades que tuvieron los expatriados para votar son ya de por sí solo un
fraude electoral, público y brutal). Sólo votaron 119.837, 30.000 votantes
más que en diciembre. El caso es que de estos 119.837 votantes, que se
escrutaron una semana después del escrutinio del 26-J, Podemos ha subido
un ¡5%!
b) Los resultados de los pueblos grandes.
En esto me fijé el martes después de las elecciones, mirando en los periódicos y en internet los
resultados por localidades. Ojo, nunca sale desglosado en mesas electorales,
nadie puede ver esos datos, que son los que serían reales antes de las sumas
sin vigilancia. Reto a cualquiera a que encuentre los datos de su mesa
electoral en algún medio oficial o diario, que borró este artículo de la faz de
la tierra. El caso es que me di cuenta que Podemos bajaba un mayor porcentaje de
votos precisamente en las localidades donde menos votos había sacado (y donde
uno podía suponer que también había menos apoderados vigilando las mesas). Os
pongo un ejemplo: La Pobla de Segur, un pueblo de la provincia de Lérida. Pues bien, La Pobla,
a diferencia de la mayoría de pueblos de la Cataluña profunda, no tienen
barridos caciquiles electorales de Convergencia y habituales apagafuegos de ERC. Se
podría deber quizás a su antaño bonanza con la central de Endesa (por allí
entró la luz a España). Por lo tanto, aunque quizás entre estos dos partidos
sumaran 800 votos, el voto españolete de Podemos, PSC y Podem superó con creces
los 500 votos. Pues bien, uno sospecha que en La Pobla tuvo que haber, con
seguridad, varios apoderados podemitas.
De esta manera vemos cómo Podemos obtuvo en diciembre el voto de 189 poblatanos
(no sabemos si de Carles Puyol o Josep Borrell, vecinos de la localidad); sin
embargo, el 26-J, en lugar de descender, llegaron hasta los 216 votos. Y así
con muchos pueblos grandes de esta tipología.
c) El sorprendente descenso uniforme del voto podemita.
Ahora viene lo más fuerte y trabajoso. Al calcular los porcentajes de
variación de voto respecto al 20-D, primero por comunidades autónomas, llama la
atención por ejemplo que así como el PSOE disminuye su voto en 11 comunidades
autónomas y aumenta en 6, Podemos disminuye en absolutamente
todas. Cosa ya de por sí novedosa e insólita en España, que a diferencia de
Francia tiene mil particularidades autonómicas, cantonales o comarcales, y
debates sobre tal o pascual candidato. Si miramos contrastes entre elecciones
pasadas, siempre fue así, ningún partido disminuye nunca uniformemente en toda
España, siempre sube en unas comunidades y baja en otras. Lo más inquietante no
acababa ahí. Resulta que Unidos Podemos, en todas las comunidades autónomas donde no se presentaba con confluencia (en las que hay menos apoderados por ejemplo
que en Galicia, País Vasco o Cataluña), el porcentaje de disminución del voto
oscila siempre entre el 19,5 y el 24,5%. En absolutamente todos los casos.
Entonces, empecé a buscar por ahí por foros de internet y miré cómo una
simpática andaluza había hecho lo mismo con las provincias andaluzas (donde el
PSOE todavía tiene mucha fuerza y Podemos tiene más problemas para encontrar
apoderados, creo que llegaron al 40 por ciento de rasquis). El resultado, de terror: Sevilla perdía el 20,86, Huelva
el 22,22, Cádiz el 23,44, Córdoba el 20,53, Málaga el 24,83, Jaén el 19,13 y
Almería el 19,95%. En caso de ser cierta esta uniformidad española que se ha
producido en seis meses tras siglos de diferencias, debería haber ya un
ejército de sociólogos tras semejante fenómeno.
Mi conjetura es que, en esa hora y media en la cual el Gobierno suma a
puerta secreta las 57.526 mesas electorales (el número se pronuncia rápido), lo
que ha hecho ha sido mandar informáticamente a la abstención una papeleta de
cada cuatro de Unidos Podemos. A diferencia de lo que ocurre en Venezuela, Ecuador o
durante la Segunda República, en nuestra ley actual las papeletas físicas se
mandan a la papelera en el mismo día de la votación (puedo dar fe porque me
tocó ser presidente de mesa dos veces en Chiprana, donde creo que pusieron
una criba para que sólo los licenciados
universitarios pudiéramos hacer las veces).
Fuera de contexto, parece una barbaridad, pero a la hora de la verdad,
mandar a la abstención un millón y pico de votos de Podemos no es sino una
brizna en relación al censo total de treinta y tantos millones de españoles. La
oscilación es mínima e imperceptible, no mucho más del 3%, pero suficiente a
nivel de escaños, al barrer más de 20 diputados, por estar manejándonos en la
frontera en la cual la ley d’Hont
cede sus compuertas.
En el caso muy improbable de que alguien denunciara y al tiempo hubiera que
recuperar las actas de mesas remotas, ya no es sólo que nadie se acordaría, sino
que el Gobierno sabe en cuáles mesas había un apoderado de Podemos vigilando y
en cuáles no. Recordemos que el Gobierno, muy listo, hace que el apoderado o
interventor firme las actas. Y poco le costaría enviar los votos perdidos
donde nadie puede comprobar si se perdieron o no.
Así pues, como no se puede demostrar ni la existencia del pucherazo ni su
imposibilidad, se trata de la palabra del Ministro de Interior Fernández Díaz
contra la mía. Lo que nadie puede negar es que el sistema está preparado para
el pucherazo. En el remoto caso de que Interior, en un alarde de caballerosidad
medieval ―que uno duda que existiera en el medievo― no hubiera aplicado tan
sencillo recorte imperceptible (que habría sido perfecto de no ser por el
escrutinio televisado tan chapucero), quizás nos haría calibrar si verdaderamente
Podemos implica un auténtico riesgo para el sistema. Porque la ley sigue
latiendo ahí, el lobo sigue cuidando a las gallinas, preparado para hacer la
suma en la intimidad, mientras no se guarden las papeletas o se permita la presencia
de los partidos políticos en la suma del recuento de votos en las juntas de
zona, provincial y central.
6. Indra y Scytl
En España
votaremos por internet en el 2020.
Pere Vallès, director general de Scytl
En este punto seré breve, porque creo que estos días me he adentrado en
terrenos escabrosos al investigar la historia tecnológica de las votaciones y
el presunto futuro apocalíptico que se nos cierne con la introducción de las
votaciones electrónicas, en el cual se quebraría el derecho de sufragio y se
abriría el arco de las posibilidades de fraude.
Me quedaré con que fue esta misma semana que me enteré que el recuento de
votos lo hacía desde el 78 una empresa semipública llamada Indra (antes se
llamaba de otra manera). Una empresa participada por el mismo Estado en un 20%
y que en un principio tenía de mayoría de accionistas a hijos del régimen, de
UCD, etc. Desde el 96 tuvo bastante relación con el presidente Aznar,
Gallardones y compañía. Últimamente apareció salpicada en cuestiones de la
trama Púnica y Caja Madrid. El tema no es ese. El tema es que Indra, en el 2011,
nos cobró a los españoles 14 millones de euros por sumar los votos de los más
de cincuenta mil colegios en hora y media. Por sorpresa, de cara a
diciembre, el Gobierno le adjudicó la contrata a Scytl, rompiendo la eterna hegemonía de Indra. El motivo,
presuntamente, es que ofertó 8 millones de euros, un precio mucho más económico
que el de su contrincante. La sorpresa final vino porque, de cara a estas elecciones
de junio, el Gobierno adjudica la contrata a Indra a dedo por una oferta de
únicamente 4 millones de euros. O Indra timó a Zapatero en el 2011 o realmente
tenían mucho interés en contar ellos los votos en estas elecciones.
En relación a este punto de mis investigaciones en la historia tecnológica
de las votaciones sólo quiero recordar que Scytl
fue un proyecto romántico de un profesor y un alumno de la Universidad Autónoma de Barcelona, allá por el año
2001. Por el momento las suyas son las únicas dos tesis en toda Europa en treinta años
que han desarrollado un método para encriptar las votaciones electrónicas para que
no puedan ser manipuladas. El profesor es Joan Borrell y el fundador de
la empresa Andreu Riera, una especie de joven idealista que se obsesionó con
el encriptado de votaciones tras la derrota de Al Gore contra George W. Bush en Florida
en el año 2000. Desgraciadamente, Joan Borrell vive retirado del mundo de la
encriptación por "depresión postdoctoral" en una casita de Cervià de
Ter con huerto, y Andreu Riera murió trágicamente atropellado el 11 de marzo del
2016, a los 35 años, justo cuando la empresa acababa de firmar sus primeros
contratos pepinos precisamente en Florida, y cuando acababan de fichar como
director general a Pere Vallès, hombre afín a Convergencia, que había estudiado
en Chicago y ejercía de abogado de grandes firmas en EEUU.
7. Los motivos del
pucherazo y algo de historia de España
Si miramos la
historia, es posible que una contrarrevolución burguesa
violenta triunfe sin
que se instale en el poder una dictadura militar,
eso sí, si prescindimos del
ejemplo de los países hispanos.
Goran Therborn
El PSOE y el PP se reparten el poder en España desde tiempos inmemoriales,
34 años nada menos. Yo no vi otra cosa. Muchos más años que el cacareado turismo
de la Restauración Borbónica Española entre conservadores (políticos a lo
Vicente Del Bosque) y liberales (políticos a lo Luis Aragonés), que no duró más
de 26 años. Entonces tampoco había control de los partidos políticos del
recuento.
En estas elecciones, por vez primera, un nuevo partido podía colarse entre
el tradicional binomio, los sonrientes muchachos de Podemos. Con un agravante:
en el caso de que Podemos consumara el famoso sorpasso, el PSOE, que parece tener un mandado divino que le impide
pactar con Podemos, habría tenido que pulverizar la magia del sistema
consistente en la aparente rivalidad entre el bien y el mal (PSOE y PP) y
permitir que gobernara su alter-ego, Mariano Rajoy. Posiblemente, habría sido
demasiado martirio psicológico para las bases del PSOE y habría supuesto la
pulverización del partido (eso que se llama pasokización).
De esta manera, se podría haber llegado a una España, por así decirlo, venezuelizada con el PP y con Podemos
(con su general Julio Rodríguez en el hemiciclo). Este era un extremo que no
convenía ni al PSOE ―por supuesto― ni mucho menos al PP, que perdía a su
presunto opuesto de cartón a manos de un partido menos controlado y definido.
Tan sólo en una época en la historia de España los partidos políticos han podido vigilar el recuento, se trató del periodo que comprendió del 1931 al 1936, el de la Segunda República, a donde se llegó tras la quiebra del bipartidismo de la época (¿a que nos suena esto?). Precisamente, las elecciones del 36, en las que el Frente Popular ―no confundir con Unidad Popular― recuperó 40 escaños en ese recuento posterior al recuento gubernamental. En 53 años ya no hubo más elecciones generales en España y la Constitución del 78 ya se aseguró que sólo el Gobierno en exclusiva mediante su aparato judicial pudiera vigilar en secreto la suma.
Incluida la del Referendo para entrar en la Organización Militar del
Atlántico Norte en 1986, que unos días antes todo indicaba que iba a ganar el
NO por un seis o siete por ciento y, sin embargo, el resultado fue el inverso ―con la honrosa excepción de Canarias―. Siempre quedará el rumor que lanzó en
el programa La Clave el mítico Pablo Sebastián, sobre la intervención divina
de "el ordenador central".
8. Podemos
Tu voto es como
tu dinero, si no consigues vigilarlo, vuela.
Oído a un amigo fiscal italiano
¿Qué nos pasó el 26-J, si excluimos la hipótesis del
fraude, impensable en un país como España?
Pablo Iglesias en Fort Apache en su primera aparición televisiva
tras
el escrutinio (posteriormente no volvió a mencionar el tema)
Podemos reunió únicamente 26.000 apoderados. Además, no diseñó ninguna
estrategia para contar el voto más allá de su mera presencia en los colegios
electorales. De esos 26.000 apoderados se puede sospechar que más del 95% serían buena gente con una inocente fe en el sistema, como lo era yo
hasta antes del 26-J. Visto lo visto, la cúpula no diseñó ningún sistema
de recuento alternativo, confiando ciegamente en la suma del Gobierno.
En primer lugar, por mucho que el hispano sea el ser humano más idealista
del mundo, todos sabemos que no es fácil conseguir 57.526 españoles voluntarios
que trabajen gratis en el primer domingo veraniego (Rajoy debería dedicarse a
montar festivales veraniegos, estuvo increíble en la elección la fecha). En
segundo lugar, sorprende que con toda la mandanga que posee Podemos de
coordinación por Telegram, les pillaran tan en bragas. De esta manera,
tendríamos dos hipótesis, o bien es un partido en formación e hicieron el pardillo (es
muy bonito ahora decirlo, una vez terminada la corrida), o bien, y aquí las
especulaciones las dejo al libre albedrío de cada uno, el descuido fue adrede,
al verse, quizás, incapacitados para la situación de sorpasso al PSOE, incluso
la Gobernación, tanto por lo que se le avecina al Gobierno de España en los
próximos meses como quizás por no tener antes resueltos ciertos problemas
internos entre el ala izquierdista (Pablo Iglesias, Monedero, Bescansa, erc.)
y el ala derechista (Errejón, Bustinduy, etc.). De esta manera, y no de otra, se
entienden los espontáneos y por momentos bizarros discursos podemitas en la noche electoral tras
conocerse los resultados. Errejón terminó su discurso al alarido de
"Aguantad, aguantad". Y, al momento, apareció Pablo Iglesias en el
discurso posterior negándole la mayor, con un contundente: "No hemos
venido para resistir, sino para vencer".
No debemos olvidar que, tras 15 años, nos visita precisamente, entre las
elecciones y el pucherazo (digo, la investidura) el presidente
estadounidense. Y no para estar unas horas como en las últimas décadas, sino
nada más y nada menos que cuatro días, en los cuales Obama prevé reunirse con
todos los partidos, cosa nunca vista, y que quizás tenga que ver con la
necesidad de EEUU de tener un aliado fiable en Europa, tras el Brexit y posible acercamiento a China de
los hijos de la Gran Bretaña.
Si atendemos a las revelaciones de los cables de Wikileaks, con la friolera
de ocho bases militares en nuestro país, EEUU lleva controlando indirectamente
las elecciones españolas desde que acabaran con la vida del Almirante Carrero
Blanco (el último dirigente español que se atrevió a intentar que no perteneciéramos
a la OTAN). Tan sólo hay que pararse a observar que este posible método de
agarrar votos del enemigo y mandarlos a la abstención es el método tradicional
estadounidense, encumbrado en el famoso recuento de Florida que le dio la
victoria a Bush en detrimento del amable ecologista Al Gore.
Volviendo a las decisiones de la cúpula podemita, lógicamente,
Podemos no puede decir ni hacer nada públicamente, como se comprobó en la
marcha atrás de Pablo Iglesias tras sus indirectas iniciales. Aunque la
posibilidad de que no hubiera habido pucherazo linda con lo absurdo, en la
práctica es indemostrable y, más importante, sería para Podemos reconocer
públicamente su propia ineptitud, algo que, sabiamente, no suele seducir al
españolito de a pie. En último lugar, por motivos similares a los que tuvo Ziugánov
y el Partido Comunista Ruso en el pucherazo de Yeltsin en el 96 y al que le
dedicaré todo un punto.
9. El pucherazo de Yeltsin al Partido
Comunista Ruso en el 96
Las elecciones
presidenciales de 1996 no las ganó Boris Yeltsin.
Dmitri Medvedev, cuando era presidente ruso
Precisamente el pasado 2 de julio se cumplían 20 años de las célebres
elecciones rusas de 1996. A dichas elecciones acudió Yeltsin con la popularidad
por los suelos, no llegaba al 6% y se temía una debacle ante el PCUS de Gennadi
Ziugánov. Hoy en día ya se sabe que las ganó el PCUS. Lo confesó Ziugánov hace
poco y hasta el mismísimo Medvedev, sucesor del régimen que crearon Yeltsin,
Gaidar y EEUU. El PCUS, a diferencia de Podemos, tenía un mayor bagaje
(gobernar un Imperio durante ochenta años) y pudo hacer el recuento paralelo y
vio que había ganado (fue bastante escandaloso, en la primera vuelta con doce
partidos, el PCUS sacó el 43 por ciento de los votos y en la segunda vuelta, solos
contra el defenestrado Yeltsin, sacó el 40 por ciento de los votos). Esos días
fueron cruciales para la humanidad, porque habría supuesto la vuelta de la
URSS. Sin embargo, en una conmovedora entrevista, Ziugánov confesaba que no
sabía bien qué hacer. El Gobierno había anunciado por todos los medios de
comunicación su victoria y ellos tenían en las manos el resultado real. ¿Se
presentaba en el Kremlin y decía que era el nuevo presidente? Subyace la
certeza de que era conducirse hacia una muerte segura y el bueno de Gennadi, en
el momento más importante de su vida, prefirió acatar el fraude y no firmar su
muerte y una probable guerra civil. Algunos analistas rusos suspicaces han
hecho correr ríos de tinta precisamente en la tesis de que Ziugánov siempre ha
sido favorecido por la seguidilla Yeltsin-Putin-Medvedev para tenerlo como
oposición comunista amable, eliminando a todos sus oponentes verdaderamente
revolucionarios. La historia dirá, tanto en Rusia como en España, tan paralelas
ellas.
10. El barrido mediático del ala
derechista de Podemos (Público/La Sexta/Errejón)
La indignación
moral es la estrategia estándar de los medios
de comunicación de masas para
dotar al idiota de dignidad.
Marshall McLuhan
El día siguiente de las elecciones fue fantástico. Absolutamente todos los
medios de comunicación, con especial énfasis en el ala ultraderechista de
Podemos que procura que el partido sea muleta del PSOE y no salga de ahí (el
entramado de Roures-LaSexta-Ferreras-Escolar-Wyoming-Diario Público) se
concentraron en únicamente dos asuntos de las elecciones, entre muecas de
indignación:
a) Negar el pucherazo.
En plan esotérico y paranoide. Sin que nadie hubiera sugerido desde ningún
medio de comunicación que hubiera existido pucherazo alguno, los propios medios
empezaron a publicar artículos en plancha diciendo que el pucherazo era
imposible. Era realmente extraño porque no discutían contra ninguna figura
pública, partido, asociación u organización que se hubiera manifestado al
respecto. Muy parecido a ese amigo que se tira el pedo, que suele ser el
primero que pregunta. En este punto, destaca sobremanera el artículo vomitivo
del señor Ignacio Escolar, en el cual, cito textualmente: "La conspiración
del pucherazo del 26-J no tiene base alguna y es muy fácil de desmontar".
Para luego soltar datos inconexos como que Podemos garantizaba el control con
26.000 apoderados o desmontando casos irrisorios aislados en pueblos que nada
tienen que ver con el meollo del sistema de recuento. La verdad es que no pude
acabar de leérmelo del asco que me dio y me tiemblan las manos sólo de pensar
en compartir el link, de la auténtica mala fe de hombre diabólico vendido al
vil metal que emanaba ese artículo.
b) Atacar la
confluencia IU-PODEMOS.
La unión de los comunistas con Podemos había certificado la pérdida de votos
podemitas. A pesar de que las posibilidades
de análisis fueran miles (sólo por mi cabecita iban pasando centenares), en la
práctica totalidad de los medios, por parte de la casta periodística al
completo, se lanzaba esa única conjetura como explicación (porque es una
conjetura más, nadie puede meterse, ya no sólo en la sala del recuento, sino tampoco en
la cabeza del votante).
El objetivo de dicha conjetura parece claro y meridiano: contribuir a
la derechización de Podemos, para la cual tienen al aparentemente inofensivo
Errejón, entusiasta crítico de la confluencia, metido bien adentro. Y
renunciando así, ya no sólo al millón de
votos comunistas, sino a la rica sabiduría del que sabe más por viejo que por
diablo, ese militante de IU (recordemos a Marcelino Barriendos Rabinad), con
todas sus tablas organizativas (hablamos de las bases, no de sus vendidos
dirigentes), en pos de un partido de masas más difuso, hippie y altermundista, el Podemos del ala
derechista-peronista de Laclau y Errejón; un PSOE 2.0.
Conclusión
El indemostrable pucherazo del 26-J ha sido un capote del zar hispano
Mariano Rajoy a Pablo Iglesias, al cual, sin necesidad de haber estudiado en la
Escola d’Enginyeria de la UAB a las
órdenes del profesor Joan Borrell, ha conseguido mandarle el siguiente mensaje
encriptado (aprox.) a Pablo Iglesias:
"Querido Pablo, recuerda en el futuro cómo te he salvado de la
victoria antes de tiempo. Es hora de que emules la gran purga que yo mismo
apliqué en el Partido Popular con el sector más derechista-liberal. No estaría
mal que les recordases a esos impostores lectores de Laclau cómo llegó vuestro
querido Lenin al poder, con sólo un 23 por ciento del voto. Nada de creerte que
con imponerte en la televisión ya has ganado. Porque al final, tú eres un hijo
de la televisión y yo un funcionario. Así que, vuelve una vez más a Lenin y
mira cómo su habilidad radicó en su doble alma. El alma de orador incisivo y
también la de organizador, colaborador e infiltrado en las instituciones
zaristas. El mejor jugador de PlayStation
no debería creerse que puede ganarle a Maradona en un campo de 11. No vuelvas
nunca a olvidar que, en relación a conseguir el poder democráticamente,
solamente es necesaria la ilusión de una elección por parte del pueblo, los que
emiten los votos no deciden nada, son los que cuentan los votos los que lo
deciden todo".
Creo que nadie lo recuerda nunca, porque sólo se subrayan los aspectos que
ayudan a linchar al presidente, pero una vez en una entrevista a Rajoy le
preguntaron qué era lo que más le había chocado de su carrera política y
respondió: "Que, siendo a quien le ha tocado defender la postura de un
señorito de derechas de toda la vida, creo que, a lo largo de mi larga
trayectoria política, me he encontrado en la mayoría de las ocasiones haciendo
una política mucho más de izquierdas que la que me he encontrado en mi
oposición en el PSOE".
Sospecho que el PSOE, mucho más taimado, menos zarista, habría (y hacía)
sus pucherazos mucho más disimuladamente. No cabría descartar que, en el estilo
tajante y llamativo de Mariano Rajoy de hacer el pucherazo, se esconda la
intención de llamar la atención de las bases de Podemos, en lugar de seguir
manteniéndolas en el letargo. No debemos olvidar que fue de los podemitas de Malasaña de donde sacó
Floridablanca a los guerrilleros que derrotaron a Napoleón.