martes, 12 de julio de 2016

Pucherazooooo (featuring Raúl Muniente)


6 cosas que no sabías de este texto. ¡La 4 me dejó sin palabras!


1. No vas a leerte este texto entero porque es muy largo y, al fin y al cabo, sólo trata del mayor timo de la historia de la timocracia española y no de Juego de Tronos.

2. Este texto lo ha escrito Raúl Muniente, un tío un poco raro.

3. Este texto ha sido rechazado por los principales medios afines al engranaje (los afines oficialmente y los taimados que flirtean con el antisistemismo mediático mientras engrasan el engranaje).

4. Hace poco se me rompió el teclado del ordenador.

5. Cualquier discurso alejado del discurso oficial del sistema será tachado de conspiranoico y enviado a los ceniceros culturales de Cuarto Milenio o, peor todavía, a Mierda Gratis. La historia de cómo se amañaron las elecciones españolas la sabrán nuestros hijos o nuestros nietos, si no se han quedado gilipollas con Tuit (la red social que saldrá después de que se hunda Twitter, que sólo permitirá mensajes de 12 caracteres).

6. Estos seis puntos no sirven de nada porque este texto no va de polillas o de POKEMON GO o de cualquier otra mierda que te derrite el cerebro. Sólo va de tu presente y de tu futuro. Y de cómo se ríe en tu cara hasta el apuntador (te he vacilado hasta yo, y sigues leyendo). Comenzamos.








Raúl Muniente llevaba días escribiendo un texto sobre las elecciones... 
Y una vez terminado todo el mundo se negaba a publicarlo.







Pues ya está, ahí va el texto que seguramente hará que Fernández Díaz 
nos entre por la ventana uno de estos calurosos días de verano:








1. Mi vivencia



Sólo es necesaria la ilusión de una elección por parte del pueblo: los que emiten
los votos no deciden nada, los que cuentan los votos lo deciden todo.

Iósif Stalin

Crecí siguiendo a mi padre como interventor del PSOE en múltiples escrutinios del Bajo Aragón. Eran los edulcorados 80. Pegábamos carteles, regalábamos caramelos a los niños y Felipe González nos ponía la piel de gallina en sus mítines en las plazas de toros mientras conducía el desarrollismo extractivo de la época como un capo siciliano. Eran jornadas apasionantes. Tanto los militantes más activos del PSOE como del PAR tramábamos todo tipo de tretas para intentar que los abuelos de tu partido votaran, y, lo que era más divertido, para intentar despistar a los ancianos del partido contrario y que se les pasara la hora. En el recuento, sobre las nueve de la noche, mientras nos peleábamos con determinación y picardía por si un voto era nulo o no, justo al terminar venía como un rayo el apoderado de IU, apuntaba en su papel los resultados que había sacado su partido, cogía el coche y se iba a otro pueblo donde también hacía las veces de apoderado. Todos tomábamos a Marcelino Barriendos Rabinad como si estuviera loco, encajando con la imagen que de Anguita daba en los guiñoles el Canal+. Él no se metía en esas riñas, se limitaba a recopilar los datos de cada mesa electoral. 

El domingo del 26 de junio del 2016, cuando la cascada del escrutinio televisado concluía, me caí del caballo o, para decirlo más contemporáneamente, la taza de café me estalló en mil pedazos en el suelo. Dos días después vino mi padre a Barcelona. Me miró y me preguntó, con algo de sorna: “¿Cómo has visto las elecciones?” Tuvimos una especie de topetazo místico. No hacía falta que nadie dijera pucherazo. 48 horas antes, ambos habíamos dejado de creer en el sistema. Él 28 años más tarde que yo, pero el mismo día y a la misma hora.
Tras años y años y elecciones y elecciones siguiendo el escrutinio, todavía nos quedaban pocas reglas inmutables, euclidianas. Una de ellas, que se mantenía desde el 78 como si fuera la Puerta de Alcalá, era que primero se escrutaban los pueblos pequeños y, por último, llegaban los resultados de las mesas con más electores, que coincidían con núcleos de mayor población y mayor voto por correo. Pues bien, los primeros, votantes más ancianos, siempre coincidían con el voto tradicionalmente más miedoso. En los primeros años de la anteriormente conocida como democracia siempre empezaba arrasando Alianza Popular y era a partir del 60% cuando el PSOE empezaba a pegar un repunte, con un colofón salvaje en el último 10% del escrutinio, en el cual siempre arrebataban un ramillete poderoso de escaños a los chicos de Manuel Fraga. Con el tiempo, pese a que el votante del PSOE envejeció, todavía ocurría esto mismo y se pudo comprobar el mismo fenómeno con la aparición hace unos años del fugaz partido UPyD. 
Así pues, Podemos-IU, un calco no político pero sí sociológico del PSOE ochentero, se clavó con los 71 diputados en el 55% y ahí se quedó tieso hasta el final, para pasmo de miles y miles de españoles curtidos en escrutinios que seguían la retransmisión por televisión. No me quiero imaginar cómo habría puesto el grito en el cielo el Nanni Moretti de Aprile. Para mí fue frustrante, porque yo estaba acostumbrado a tranquilizar a la juventud que me rodeaba avisándoles, cual abuelo cebolleta experimentado en mil batallas, que en la recta final los resultados siempre se volteaban. Lógicamente, quedé como un listillo. Irónicamente (o no), el otro partido de voto joven, Ciudadanos, con menos de la mitad de votos y escaños que Podemos, pasó de 28 hasta 32 en el rush final del último 15%.





2. El sistema

Vivimos, lamento decirlo, bajo la dictadura de la burguesía.

Lenin


El daño estaba hecho, esa chapuza televisada me había despertado de la ilusión electoral. No he parado desde ese domingo hasta el día de hoy de investigar, primero el caso concreto de estas elecciones, para terminar acabando en la historia universal tecnológica del sistema de voto. Mis hallazgos han sido inquietantes y variopintos. Para empezar, concentrémonos en cómo operó el sistema el 26-J, es decir, cómo operó en los últimos 38 años.

La ley es muy sencilla. El sistema está preparado para el pucherazo y para que, además, dicho pucherazo resulte indemostrable. Se colocan 57.526 mesas electorales en España. Los partidos políticos pueden vigilar cada una de esas mesas con interventores o apoderados; sin embargo, el recuento corre por cuenta exclusiva de la autoridad judicial, a través de las juntas electorales de zona, provinciales y la Junta Electoral Central.

La misión de vigilancia de los partidos políticos queda circunscrita a pelear por conseguir el máximo número de apoderados en cada una de las mesas electorales porque, por ley, la suma de los resultados de las 57.526 mesas se hace en hora y media en despachos cerrados de las autoridades judiciales, en la intimidad gubernamental y de espaldas a los partidos políticos participantes. Aquí entra en liza uno de los grandes mitos de la ideología liberal. Mucha gente cree literalmente en la separación de poderes, separación cuyo inventor, Montesquieu, ya establecía que existía como mero "método organizativo" puesto que, sin lugar a dudas, el poder siempre reside, aunque sea escalonadamente, en el Ejecutivo.

Consiguientemente, si alguien investiga la composición de los cuatro gatos que componen la Junta Electoral Central, el grupo final que decide el recuento total (los demás sólo tienen resultados aislados y de parte), verá que se trata de gente de la judicatura extremadamente afín a Interior, en este caso a Fernández Díaz. En el acta de cada una de las 57.526 mesas electorales, si el apoderado o interventor de cada partido quiere estar en el recuento debe firmar en dicha acta. De esta manera, el Gobierno tiene en sus manos la información de qué apoderados de qué partidos había en cada una de las 57.526 mesas.

No sé si se ha reparado en una figura jurídica muy curiosa, la Junta Electoral de Zona, que es un organismo que no coincide con la circunscripción provincial ni nada similar, sino con comarcas creadas para la ocasión. Es decir, es una institución, aparentemente creada con la intención de fomentar la confusión entre la población y las gentes de la judicatura de menor rango.
Así pues, el día de la votación el Gobierno manda destruir las papeletas. Después hace la suma en privado en aproximadamente una hora y media y posteriormente, con toda la calma del mundo durante días y días, en el hipotético caso de que a algún intrépido partido, asociación o suicida se le ocurriera denunciar, poco le costaría rehacer la cuenta, en base a dirigir su manipulación hacia las mesas que escapaban al control del partido perjudicado.




3. ¿Cómo se crea la ilusión de elección?

Los demócratas están atascados hasta tal punto en las ideas pequeñoburguesas
 del voto, han perdido tanto de vista la existencia de las clases sociales, que 
ni imaginarse pueden otro régimen que no sea el de los pequeños burgueses.
 Así que, si queremos edificar un nuevo orden socialista, es imprescindible explicarle,
 incluso al ciudadano más encantado de conocerse, las cosas más elementales.

Lenin, de nuevo


Es sencillo, la clave de la ideología liberal es hacer creer al ciudadano que es el centro del mundo, cuando en realidad no es sino una mota de polvo prescindible y miserable. Así obran los gobiernos liberales con sus súbditos, o como se les llama ahora, ciudadanos. La solución pasa por invertir el enfoque: en lugar de focalizar tu experiencia sensorial frente a la mesa electoral, poner la lupa en cómo se hace el recuento. Es así como realmente funcionan las cosas, no como suma de partes, sino como un todo que las precede.

Antes lo comentaba en mi caso biográfico. En la única mesa electoral de Chiprana, andábamos entretenidos en asuntos sensacionales y llamativos: la gente que conocemos, la que queda por conocer, etc. Absolutamente despistados en torno a las cuestiones fundamentales relativas a la organización y, por qué no decirlo, las matemáticas del recuento. Uno tiene controlada su mesa y se cree que tiene controladas las 57.526, dando por supuesta la existencia de un sistema mágico o divino de organización y comunicación de los votos tutelado por unos ángeles de la guardia. Porque sí, uno se educa en la creencia subconsciente de que el Estado es Dios.

Es en esa bonita fe ciega en la cual se esconde el secreto del Gobierno. El quid de la cuestión no radica en que cada uno de los miles de apoderados, cada uno por su cuenta y riesgo, sea perroflauta, falangista o futbolista de segunda división, sepa y recuerde durante unas horas el resultado de su partido en su mesa, sino en: ¿Quién es el que está haciendo la suma y cómo la está haciendo?

En este caso, el quién es el Gobierno (que, por cierto, se presenta a las elecciones) y el cómo la hace, a escondidas. 

Nadie puede impugnar las elecciones, porque:

a) Como no se ve el recuento, no hay pruebas.

b) En nuestro sistema jurídico, sin pruebas no hay caso. 

Por muchísimas evidencias racionales que empujen al absurdo cualquier alternativa al pucherazo, si no puedes probarlo debes seguir adelante con tu vida, como los policías de la aguda película Zodiac: a lo largo de los años, durante generaciones de agentes, encontraban con facilidad quién era el asesino del zodíaco, pero como no podían reunir pruebas no les quedaba otra que, tras muchos trastornos, permitir que siguiera asesinando.

Está en las manos del lector, cómo no, confiar ciegamente en el Ministerio de Interior, como yo hice durante toda mi juventud, o en caso contrario, pasarse al lado oscuro y pensar que, si pueden realizar un pucherazo seguro que lo realizan, sobre todo si tienen motivos para ello.




4. Los seis meses de campaña y el 26-J. Una pizca de sociología


Si en una campaña electoral no consigues que
 haya debate, el voto no va a cambiar.

Nicolas Sarkozy


En los seis meses que pasaron desde el 26 de diciembre, ni Pablo Iglesias ha sido denunciado por agresión sexual, ni Monedero ha vuelto a repetir aquello de confiscar la tercera vivienda vacía para destinarla a gente sin hogar, ni nada similar que pueda haber cambiado la orientación del voto podemita a nivel interior. Estuvo lo del Brexit, pero sería la primera vez que los españoles cambian su voto por algo que ha ocurrido fuera de su propio país. No ha existido ningún debate nuevo.

Lo primero que observamos en la campaña electoral no fue sino un tenaz y sordo acoso periodístico con el fin de desprestigiar el pacto Podemos-IU. Por qué no negarlo, en los albores del pacto existían voces discordantes en IU. 

Sin embargo, contaban con una baza aritmética inmejorable para reunir las posturas: la ley electoral. El millón de españoles que habían votado a Izquierda Unida era justo el que precipitaba, por la naturaleza de la ley d'Hont, un chorro de diputados a ambas formaciones en caso de presentarse juntas. Así que todos contentos, Podemos le facilitaba una proyección de 7 diputados a IU (había sacado 2 en diciembre) e incluso así, aún tenían de sobras. 

Desde ese día he podido comprobar, ya que conozco a bastantes militantes del PCE y de IU, la fidelidad y militancia de sus votantes, sin par en el resto de los partidos políticos españoles. Han pasado de hacer una campaña invernal de ferocidad antipodemita, a votar religiosamente por la confluencia, sin ninguna excepción. Sí permitiéndose el lujo de desafiar en Facebook algunos ramalazos podemitas, pero siempre desde dentro de la confluencia, sin exabruptos por sus discrepancias con el ala podemita derechista. 

Por la parte de Podemos, tampoco he detectado que Cenicienta Garzón haya despertado ningún atávico miedo al comunismo entre los podemitas más miedosos (que son pocos). En Barcelona por ejemplo, donde resido, y donde se han contado creo que 100.000 votos menos de En Comú/Podem, los mítines se han llenado hasta la bandera. Hasta he podido comprobar en mis carnes (hablo con mucha gente, no es por presumir) cómo muchísimos votantes de la CUP, que no se presentaba, han votado masivamente a la confluencia Podemos-IU en un voto antiPSOE/antiPP. 

Los sondeos fueron harina de otro costal. Por vez primera, todos coincidieron. Clavaron los resultados de todos los partidos, excepto los de Podemos, pues en ningún sondeo se observaba semejante debacle, a tenor de las confesiones de los encuestados. Uno puede pensar, en contra de la corriente mediática que señala que las empresas de sondeos están trucadas, que quizás no sean precisamente las empresas encuestadoras las que trucan los resultados...

Pero saltemos a los resultados. Observamos que el Partido Popular sube medio millón de votos, los mismos que baja Ciutadans. El PP se gastó 290.000 euros en Facebook (yo con 45 monto una fiesta de 300 personas) para concentrar publicidad de microtargeting en las 13 provincias que se jugaban escaños con Ciutadans, dirigido únicamente al público segmentado que simpatiza con cosas de Ciutadans. Por ahí la cosa suena a habas contadas, habida cuenta de que la fusión de Ciutadans con el PSOE en la campaña de estas segundas elecciones quizás pudo molestar a ese 14% de votantes que se le esfumaron.

Es ahora donde empiezan los verdaderos quebraderos de cabeza con el análisis, que muchos hemos encontrado como prácticamente irresolubles, mientras que los medios de comunicación han solventado de forma unánime y de manera ligerísima. Si el PSOE, con un Pedro Sánchez en caída libre de valoración entre los españoles, pierde 200.000 votos, lo más lógico es que, al igual que el votante de Ciutadans más miedoso, vayan al PP, mientras el votante del PSOE más valiente (estamos hablando de un 4% únicamente en este caso) se hubiera marchado a Podemos.

El resultado, escandaloso, es que Unidos Podemos pierde 1.100.000 votos, la friolera de casi un 20% menos de lo que sacaron por separado seis meses antes. Una debacle que ni tan siquiera tuvo Zapatero tras comerse con patatas toda la crisis no en seis meses, sino en ocho años que estuvo en el Gobierno. En este punto, los mass media, con su ya característico sesgo más visto que el tebeo, ha insistido en esa leyenda que circula de que la abstención es una cosa de izquierdas, etc. Sin embargo, uno que sólo tiene 34 años, pero ya muchos tiros pegados, recuerda cómo una vez leyó un estudio no sé dónde donde decía que se trataba de una trola. Siempre que hubo abstención en España, había afectado de manera muy proporcional a casi todos los partidos, que la abstención es algo más bien de tipo existencial y que las ganas de quedarse en la playa y no ir a votar no era algo que se circunscribiese a los partidos presuntamente socialistas y juveniles, sino también, aunque no lo parezca, al cínico padre de familia pepero vallisoletano. No obstante, si alguien pudiera echarme un cable con datos y estadísticas en este punto, lo agradecería encarecidamente.




5. Mi tesis


El escaño se nos ha ido al carallo por Hugo Chávez, que ha secuestrado el voto por
 correo venezolano, que era muy del PP porque los españoles en Venezuela estaban descontentos con la incapacidad del PSOE para oponerse a Chávez.

Mariano Rajoy según cables de Wikileaks, cuando estuvo a
 punto de caer en desgracia en el congreso ultramontano del PP
 en el 2004, tras perder la Xunta de Galicia por un escaño
 a manos de Touriño (PSG) y Anxo Quintana (BNG)



Mi tesis es sencilla y es la siguiente:

El Gobierno mandó a la abstención un voto de cada cuatro de los votos de Unidos Podemos desde la suma global en la noche del domingo. Nada más y nada menos que un 25%. Me baso principalmente en tres cuestiones:


a) Los resultados del voto emigrante. 

Recordemos que de los dos millones con derecho a voto en el extranjero (las dificultades que tuvieron los expatriados para votar son ya de por sí solo un fraude electoral, público y brutal). Sólo votaron 119.837, 30.000 votantes más que en diciembre. El caso es que de estos 119.837 votantes, que se escrutaron una semana después del escrutinio del 26-J, Podemos ha subido un ¡5%!


b) Los resultados de los pueblos grandes. 

En esto me fijé el martes después de las elecciones, mirando en los periódicos y en internet los resultados por localidades. Ojo, nunca sale desglosado en mesas electorales, nadie puede ver esos datos, que son los que serían reales antes de las sumas sin vigilancia. Reto a cualquiera a que encuentre los datos de su mesa electoral en algún medio oficial o diario, que borró este artículo de la faz de la tierra. El caso es que me di cuenta que Podemos bajaba un mayor porcentaje de votos precisamente en las localidades donde menos votos había sacado (y donde uno podía suponer que también había menos apoderados vigilando las mesas). Os pongo un ejemplo: La Pobla de Segur, un pueblo de la provincia de Lérida. Pues bien, La Pobla, a diferencia de la mayoría de pueblos de la Cataluña profunda, no tienen barridos caciquiles electorales de Convergencia y habituales apagafuegos de ERC. Se podría deber quizás a su antaño bonanza con la central de Endesa (por allí entró la luz a España). Por lo tanto, aunque quizás entre estos dos partidos sumaran 800 votos, el voto españolete de Podemos, PSC y Podem superó con creces los 500 votos. Pues bien, uno sospecha que en La Pobla tuvo que haber, con seguridad, varios apoderados podemitas. De esta manera vemos cómo Podemos obtuvo en diciembre el voto de 189 poblatanos (no sabemos si de Carles Puyol o Josep Borrell, vecinos de la localidad); sin embargo, el 26-J, en lugar de descender, llegaron hasta los 216 votos. Y así con muchos pueblos grandes de esta tipología.


c) El sorprendente descenso uniforme del voto podemita

Ahora viene lo más fuerte y trabajoso. Al calcular los porcentajes de variación de voto respecto al 20-D, primero por comunidades autónomas, llama la atención por ejemplo que así como el PSOE disminuye su voto en 11 comunidades autónomas y aumenta en 6, Podemos disminuye en absolutamente todas. Cosa ya de por sí novedosa e insólita en España, que a diferencia de Francia tiene mil particularidades autonómicas, cantonales o comarcales, y debates sobre tal o pascual candidato. Si miramos contrastes entre elecciones pasadas, siempre fue así, ningún partido disminuye nunca uniformemente en toda España, siempre sube en unas comunidades y baja en otras. Lo más inquietante no acababa ahí. Resulta que Unidos Podemos, en todas las comunidades autónomas donde no se presentaba con confluencia (en las que hay menos apoderados por ejemplo que en Galicia, País Vasco o Cataluña), el porcentaje de disminución del voto oscila siempre entre el 19,5 y el 24,5%. En absolutamente todos los casos. Entonces, empecé a buscar por ahí por foros de internet y miré cómo una simpática andaluza había hecho lo mismo con las provincias andaluzas (donde el PSOE todavía tiene mucha fuerza y Podemos tiene más problemas para encontrar apoderados, creo que llegaron al 40 por ciento de rasquis). El resultado, de terror: Sevilla perdía el 20,86, Huelva el 22,22, Cádiz el 23,44, Córdoba el 20,53, Málaga el 24,83, Jaén el 19,13 y Almería el 19,95%. En caso de ser cierta esta uniformidad española que se ha producido en seis meses tras siglos de diferencias, debería haber ya un ejército de sociólogos tras semejante fenómeno.

Mi conjetura es que, en esa hora y media en la cual el Gobierno suma a puerta secreta las 57.526 mesas electorales (el número se pronuncia rápido), lo que ha hecho ha sido mandar informáticamente a la abstención una papeleta de cada cuatro de Unidos Podemos. A diferencia de lo que ocurre en Venezuela, Ecuador o durante la Segunda República, en nuestra ley actual las papeletas físicas se mandan a la papelera en el mismo día de la votación (puedo dar fe porque me tocó ser presidente de mesa dos veces en Chiprana, donde creo que pusieron una criba para que sólo los licenciados universitarios pudiéramos hacer las veces). 

Fuera de contexto, parece una barbaridad, pero a la hora de la verdad, mandar a la abstención un millón y pico de votos de Podemos no es sino una brizna en relación al censo total de treinta y tantos millones de españoles. La oscilación es mínima e imperceptible, no mucho más del 3%, pero suficiente a nivel de escaños, al barrer más de 20 diputados, por estar manejándonos en la frontera en la cual la ley d’Hont cede sus compuertas. 

En el caso muy improbable de que alguien denunciara y al tiempo hubiera que recuperar las actas de mesas remotas, ya no es sólo que nadie se acordaría, sino que el Gobierno sabe en cuáles mesas había un apoderado de Podemos vigilando y en cuáles no. Recordemos que el Gobierno, muy listo, hace que el apoderado o interventor firme las actas. Y poco le costaría enviar los votos perdidos donde nadie puede comprobar si se perdieron o no. 

Así pues, como no se puede demostrar ni la existencia del pucherazo ni su imposibilidad, se trata de la palabra del Ministro de Interior Fernández Díaz contra la mía. Lo que nadie puede negar es que el sistema está preparado para el pucherazo. En el remoto caso de que Interior, en un alarde de caballerosidad medieval que uno duda que existiera en el medievo no hubiera aplicado tan sencillo recorte imperceptible (que habría sido perfecto de no ser por el escrutinio televisado tan chapucero), quizás nos haría calibrar si verdaderamente Podemos implica un auténtico riesgo para el sistema. Porque la ley sigue latiendo ahí, el lobo sigue cuidando a las gallinas, preparado para hacer la suma en la intimidad, mientras no se guarden las papeletas o se permita la presencia de los partidos políticos en la suma del recuento de votos en las juntas de zona, provincial y central.




6. Indra y Scytl


En España votaremos por internet en el 2020.

Pere Vallès, director general de Scytl


En este punto seré breve, porque creo que estos días me he adentrado en terrenos escabrosos al investigar la historia tecnológica de las votaciones y el presunto futuro apocalíptico que se nos cierne con la introducción de las votaciones electrónicas, en el cual se quebraría el derecho de sufragio y se abriría el arco de las posibilidades de fraude. 

Me quedaré con que fue esta misma semana que me enteré que el recuento de votos lo hacía desde el 78 una empresa semipública llamada Indra (antes se llamaba de otra manera). Una empresa participada por el mismo Estado en un 20% y que en un principio tenía de mayoría de accionistas a hijos del régimen, de UCD, etc. Desde el 96 tuvo bastante relación con el presidente Aznar, Gallardones y compañía. Últimamente apareció salpicada en cuestiones de la trama Púnica y Caja Madrid. El tema no es ese. El tema es que Indra, en el 2011, nos cobró a los españoles 14 millones de euros por sumar los votos de los más de cincuenta mil colegios en hora y media. Por sorpresa, de cara a diciembre, el Gobierno le adjudicó la contrata a Scytl, rompiendo la eterna hegemonía de Indra. El motivo, presuntamente, es que ofertó 8 millones de euros, un precio mucho más económico que el de su contrincante. La sorpresa final vino porque, de cara a estas elecciones de junio, el Gobierno adjudica la contrata a Indra a dedo por una oferta de únicamente 4 millones de euros. O Indra timó a Zapatero en el 2011 o realmente tenían mucho interés en contar ellos los votos en estas elecciones.

En relación a este punto de mis investigaciones en la historia tecnológica de las votaciones sólo quiero recordar que Scytl fue un proyecto romántico de un profesor y un alumno de la Universidad Autónoma de Barcelona, allá por el año 2001. Por el momento las suyas son las únicas dos tesis en toda Europa en treinta años que han desarrollado un método para encriptar las votaciones electrónicas para que no puedan ser manipuladas. El profesor es Joan Borrell y el fundador de la empresa Andreu Riera, una especie de joven idealista que se obsesionó con el encriptado de votaciones tras la derrota de Al Gore contra George W. Bush en Florida en el año 2000. Desgraciadamente, Joan Borrell vive retirado del mundo de la encriptación por "depresión postdoctoral" en una casita de Cervià de Ter con huerto, y Andreu Riera murió trágicamente atropellado el 11 de marzo del 2016, a los 35 años, justo cuando la empresa acababa de firmar sus primeros contratos pepinos precisamente en Florida, y cuando acababan de fichar como director general a Pere Vallès, hombre afín a Convergencia, que había estudiado en Chicago y ejercía de abogado de grandes firmas en EEUU.





7. Los motivos del pucherazo y algo de historia de España


Si miramos la historia, es posible que una contrarrevolución burguesa
 violenta triunfe sin que se instale en el poder una dictadura militar,
 eso sí, si prescindimos del ejemplo de los países hispanos.

Goran Therborn

El PSOE y el PP se reparten el poder en España desde tiempos inmemoriales, 34 años nada menos. Yo no vi otra cosa. Muchos más años que el cacareado turismo de la Restauración Borbónica Española entre conservadores (políticos a lo Vicente Del Bosque) y liberales (políticos a lo Luis Aragonés), que no duró más de 26 años. Entonces tampoco había control de los partidos políticos del recuento.

En estas elecciones, por vez primera, un nuevo partido podía colarse entre el tradicional binomio, los sonrientes muchachos de Podemos. Con un agravante: en el caso de que Podemos consumara el famoso sorpasso, el PSOE, que parece tener un mandado divino que le impide pactar con Podemos, habría tenido que pulverizar la magia del sistema consistente en la aparente rivalidad entre el bien y el mal (PSOE y PP) y permitir que gobernara su alter-ego, Mariano Rajoy. Posiblemente, habría sido demasiado martirio psicológico para las bases del PSOE y habría supuesto la pulverización del partido (eso que se llama pasokización). De esta manera, se podría haber llegado a una España, por así decirlo, venezuelizada con el PP y con Podemos (con su general Julio Rodríguez en el hemiciclo). Este era un extremo que no convenía ni al PSOE por supuesto ni mucho menos al PP, que perdía a su presunto opuesto de cartón a manos de un partido menos controlado y definido.

Tan sólo en una época en la historia de España los partidos políticos han podido vigilar el recuento, se trató del periodo que comprendió del 1931 al 1936, el de la Segunda República, a donde se llegó tras la quiebra del bipartidismo de la época (¿a que nos suena esto?). Precisamente, las elecciones del 36, en las que el Frente Popular no confundir con Unidad Popular recuperó 40 escaños en ese recuento posterior al recuento gubernamental. En 53 años ya no hubo más elecciones generales en España y la Constitución del 78 ya se aseguró que sólo el Gobierno en exclusiva mediante su aparato judicial pudiera vigilar en secreto la suma.

Incluida la del Referendo para entrar en la Organización Militar del Atlántico Norte en 1986, que unos días antes todo indicaba que iba a ganar el NO por un seis o siete por ciento y, sin embargo, el resultado fue el inverso con la honrosa excepción de Canarias. Siempre quedará el rumor que lanzó en el programa La Clave el mítico Pablo Sebastián, sobre la intervención divina de "el ordenador central".





8. Podemos


Tu voto es como tu dinero, si no consigues vigilarlo, vuela.

Oído a un amigo fiscal italiano



¿Qué nos pasó el 26-J, si excluimos la hipótesis del 
fraude, impensable en un país como España?

Pablo Iglesias en Fort Apache en su primera aparición televisiva
 tras el escrutinio (posteriormente no volvió a mencionar el tema)


Podemos reunió únicamente 26.000 apoderados. Además, no diseñó ninguna estrategia para contar el voto más allá de su mera presencia en los colegios electorales. De esos 26.000 apoderados se puede sospechar que más del 95% serían buena gente con una inocente fe en el sistema, como lo era yo hasta antes del 26-J. Visto lo visto, la cúpula no diseñó ningún sistema de recuento alternativo, confiando ciegamente en la suma del Gobierno. 

En primer lugar, por mucho que el hispano sea el ser humano más idealista del mundo, todos sabemos que no es fácil conseguir 57.526 españoles voluntarios que trabajen gratis en el primer domingo veraniego (Rajoy debería dedicarse a montar festivales veraniegos, estuvo increíble en la elección la fecha). En segundo lugar, sorprende que con toda la mandanga que posee Podemos de coordinación por Telegram, les pillaran tan en bragas. De esta manera, tendríamos dos hipótesis, o bien es un partido en formación e hicieron el pardillo (es muy bonito ahora decirlo, una vez terminada la corrida), o bien, y aquí las especulaciones las dejo al libre albedrío de cada uno, el descuido fue adrede, al verse, quizás, incapacitados para la situación de sorpasso al PSOE, incluso la Gobernación, tanto por lo que se le avecina al Gobierno de España en los próximos meses como quizás por no tener antes resueltos ciertos problemas internos entre el ala izquierdista (Pablo Iglesias, Monedero, Bescansa, erc.) y el ala derechista (Errejón, Bustinduy, etc.). De esta manera, y no de otra, se entienden los espontáneos y por momentos bizarros discursos podemitas en la noche electoral tras conocerse los resultados. Errejón terminó su discurso al alarido de "Aguantad, aguantad". Y, al momento, apareció Pablo Iglesias en el discurso posterior negándole la mayor, con un contundente: "No hemos venido para resistir, sino para vencer".

No debemos olvidar que, tras 15 años, nos visita precisamente, entre las elecciones y el pucherazo (digo, la investidura) el presidente estadounidense. Y no para estar unas horas como en las últimas décadas, sino nada más y nada menos que cuatro días, en los cuales Obama prevé reunirse con todos los partidos, cosa nunca vista, y que quizás tenga que ver con la necesidad de EEUU de tener un aliado fiable en Europa, tras el Brexit y posible acercamiento a China de los hijos de la Gran Bretaña. 

Si atendemos a las revelaciones de los cables de Wikileaks, con la friolera de ocho bases militares en nuestro país, EEUU lleva controlando indirectamente las elecciones españolas desde que acabaran con la vida del Almirante Carrero Blanco (el último dirigente español que se atrevió a intentar que no perteneciéramos a la OTAN). Tan sólo hay que pararse a observar que este posible método de agarrar votos del enemigo y mandarlos a la abstención es el método tradicional estadounidense, encumbrado en el famoso recuento de Florida que le dio la victoria a Bush en detrimento del amable ecologista Al Gore.
Volviendo a las decisiones de la cúpula podemita, lógicamente, Podemos no puede decir ni hacer nada públicamente, como se comprobó en la marcha atrás de Pablo Iglesias tras sus indirectas iniciales. Aunque la posibilidad de que no hubiera habido pucherazo linda con lo absurdo, en la práctica es indemostrable y, más importante, sería para Podemos reconocer públicamente su propia ineptitud, algo que, sabiamente, no suele seducir al españolito de a pie. En último lugar, por motivos similares a los que tuvo Ziugánov y el Partido Comunista Ruso en el pucherazo de Yeltsin en el 96 y al que le dedicaré todo un punto.





9. El pucherazo de Yeltsin al Partido Comunista Ruso en el 96


Las elecciones presidenciales de 1996 no las ganó Boris Yeltsin.

Dmitri Medvedev, cuando era presidente ruso

Precisamente el pasado 2 de julio se cumplían 20 años de las célebres elecciones rusas de 1996. A dichas elecciones acudió Yeltsin con la popularidad por los suelos, no llegaba al 6% y se temía una debacle ante el PCUS de Gennadi Ziugánov. Hoy en día ya se sabe que las ganó el PCUS. Lo confesó Ziugánov hace poco y hasta el mismísimo Medvedev, sucesor del régimen que crearon Yeltsin, Gaidar y EEUU. El PCUS, a diferencia de Podemos, tenía un mayor bagaje (gobernar un Imperio durante ochenta años) y pudo hacer el recuento paralelo y vio que había ganado (fue bastante escandaloso, en la primera vuelta con doce partidos, el PCUS sacó el 43 por ciento de los votos y en la segunda vuelta, solos contra el defenestrado Yeltsin, sacó el 40 por ciento de los votos). Esos días fueron cruciales para la humanidad, porque habría supuesto la vuelta de la URSS. Sin embargo, en una conmovedora entrevista, Ziugánov confesaba que no sabía bien qué hacer. El Gobierno había anunciado por todos los medios de comunicación su victoria y ellos tenían en las manos el resultado real. ¿Se presentaba en el Kremlin y decía que era el nuevo presidente? Subyace la certeza de que era conducirse hacia una muerte segura y el bueno de Gennadi, en el momento más importante de su vida, prefirió acatar el fraude y no firmar su muerte y una probable guerra civil. Algunos analistas rusos suspicaces han hecho correr ríos de tinta precisamente en la tesis de que Ziugánov siempre ha sido favorecido por la seguidilla Yeltsin-Putin-Medvedev para tenerlo como oposición comunista amable, eliminando a todos sus oponentes verdaderamente revolucionarios. La historia dirá, tanto en Rusia como en España, tan paralelas ellas.




10. El barrido mediático del ala derechista de Podemos (Público/La Sexta/Errejón)


La indignación moral es la estrategia estándar de los medios
 de comunicación de masas para dotar al idiota de dignidad.

Marshall McLuhan


El día siguiente de las elecciones fue fantástico. Absolutamente todos los medios de comunicación, con especial énfasis en el ala ultraderechista de Podemos que procura que el partido sea muleta del PSOE y no salga de ahí (el entramado de Roures-LaSexta-Ferreras-Escolar-Wyoming-Diario Público) se concentraron en únicamente dos asuntos de las elecciones, entre muecas de indignación:

a) Negar el pucherazo.

En plan esotérico y paranoide. Sin que nadie hubiera sugerido desde ningún medio de comunicación que hubiera existido pucherazo alguno, los propios medios empezaron a publicar artículos en plancha diciendo que el pucherazo era imposible. Era realmente extraño porque no discutían contra ninguna figura pública, partido, asociación u organización que se hubiera manifestado al respecto. Muy parecido a ese amigo que se tira el pedo, que suele ser el primero que pregunta. En este punto, destaca sobremanera el artículo vomitivo del señor Ignacio Escolar, en el cual, cito textualmente: "La conspiración del pucherazo del 26-J no tiene base alguna y es muy fácil de desmontar". Para luego soltar datos inconexos como que Podemos garantizaba el control con 26.000 apoderados o desmontando casos irrisorios aislados en pueblos que nada tienen que ver con el meollo del sistema de recuento. La verdad es que no pude acabar de leérmelo del asco que me dio y me tiemblan las manos sólo de pensar en compartir el link, de la auténtica mala fe de hombre diabólico vendido al vil metal que emanaba ese artículo.

b) Atacar la confluencia IU-PODEMOS.

La unión de los comunistas con Podemos había certificado la pérdida de votos podemitas. A pesar de que las posibilidades de análisis fueran miles (sólo por mi cabecita iban pasando centenares), en la práctica totalidad de los medios, por parte de la casta periodística al completo, se lanzaba esa única conjetura como explicación (porque es una conjetura más, nadie puede meterse, ya no sólo en la sala del recuento, sino tampoco en la cabeza del votante). 

El objetivo de dicha conjetura parece claro y meridiano: contribuir a la derechización de Podemos, para la cual tienen al aparentemente inofensivo Errejón, entusiasta crítico de la confluencia, metido bien adentro. Y renunciando así, ya no sólo al millón de votos comunistas, sino a la rica sabiduría del que sabe más por viejo que por diablo, ese militante de IU (recordemos a Marcelino Barriendos Rabinad), con todas sus tablas organizativas (hablamos de las bases, no de sus vendidos dirigentes), en pos de un partido de masas más difuso, hippie y altermundista, el Podemos del ala derechista-peronista de Laclau y Errejón; un PSOE 2.0.




Conclusión
El indemostrable pucherazo del 26-J ha sido un capote del zar hispano Mariano Rajoy a Pablo Iglesias, al cual, sin necesidad de haber estudiado en la Escola d’Enginyeria de la UAB a las órdenes del profesor Joan Borrell, ha conseguido mandarle el siguiente mensaje encriptado (aprox.) a Pablo Iglesias:
"Querido Pablo, recuerda en el futuro cómo te he salvado de la victoria antes de tiempo. Es hora de que emules la gran purga que yo mismo apliqué en el Partido Popular con el sector más derechista-liberal. No estaría mal que les recordases a esos impostores lectores de Laclau cómo llegó vuestro querido Lenin al poder, con sólo un 23 por ciento del voto. Nada de creerte que con imponerte en la televisión ya has ganado. Porque al final, tú eres un hijo de la televisión y yo un funcionario. Así que, vuelve una vez más a Lenin y mira cómo su habilidad radicó en su doble alma. El alma de orador incisivo y también la de organizador, colaborador e infiltrado en las instituciones zaristas. El mejor jugador de PlayStation no debería creerse que puede ganarle a Maradona en un campo de 11. No vuelvas nunca a olvidar que, en relación a conseguir el poder democráticamente, solamente es necesaria la ilusión de una elección por parte del pueblo, los que emiten los votos no deciden nada, son los que cuentan los votos los que lo deciden todo".

Creo que nadie lo recuerda nunca, porque sólo se subrayan los aspectos que ayudan a linchar al presidente, pero una vez en una entrevista a Rajoy le preguntaron qué era lo que más le había chocado de su carrera política y respondió: "Que, siendo a quien le ha tocado defender la postura de un señorito de derechas de toda la vida, creo que, a lo largo de mi larga trayectoria política, me he encontrado en la mayoría de las ocasiones haciendo una política mucho más de izquierdas que la que me he encontrado en mi oposición en el PSOE". 

Sospecho que el PSOE, mucho más taimado, menos zarista, habría (y hacía) sus pucherazos mucho más disimuladamente. No cabría descartar que, en el estilo tajante y llamativo de Mariano Rajoy de hacer el pucherazo, se esconda la intención de llamar la atención de las bases de Podemos, en lugar de seguir manteniéndolas en el letargo. No debemos olvidar que fue de los podemitas de Malasaña de donde sacó Floridablanca a los guerrilleros que derrotaron a Napoleón.